¿Y si la carne dejara de ser débil?

“Es tan racional, que es casi imposible que lo hagan ellos” (Anónimo)

Que los números del Gobierno presentan déficits cada vez más abultados no es ninguna infidencia.

El aumento en el gasto de divisas por las crecientes importaciones de combustibles y las restricciones a las exportaciones ya no pueden ser compensadas por las subas internacionales de los precios de los productos que aún se exportan, lo que amplia día a día la brecha.

Para peor, aparece una baja de ingresos no calculada en los números originales (tampoco contemplada como tal en el presupuesto) proveniente de la merma en las expectativas de cosecha debido a las irregulares condiciones climáticas (seca en el centro y NOA, y excesos de precipitaciones en el corazón agrícola de la Pampa Húmeda) que ya alejaron definitivamente las posibilidades de un volumen récord de alrededor de 110 millones de toneladas de granos, como se calculaba originalmente.

Al mismo tiempo se está registrando una caída relativa de los precios internacionales de los granos: una “doble Nelson”, precios menores y volumen menor.

De hecho, se calcula que solo por la caída de la cosecha fina, cuya recolección ya está terminando, especialmente de trigo y cebada, dejará de ingresar al país por exportaciones entre US$ 2.500 y US$ 3.000 millones.

A eso se le deberá agregar los tonelajes perdidos y/o no producidos de soja, maíz, girasol, etc.

La cifra alarma, sin duda, ya que se potencia con las crecientes necesidades de importación de energía, dificultando compensar la diferencia que, ni con las herramientas desesperadas que funcionarios nacionales y provinciales intentan poner en marcha bastará, y que, básicamente, pasan por una mayor presión impositiva que, además, vuelve cada vez menos competitiva a la producción argentina.

Sin embargo, hay otras posibilidades, tal vez más graduales, pero mucho más genuinas y sanas para el conjunto de la economía. Algunas ya puestas en marcha por países vecinos como Uruguay, Brasil, etc., con muy buen resultado.

Y tal vez, como en otros tantos frentes, la carne vacuna pasa a ser el ejemplo más emblemático, y no solo por ser el que más identifica al país en el exterior.

El caso es que hoy la Argentina se encuentra en uno de los niveles históricos más bajos de exportaciones de carne (menos de 200.000 toneladas anuales), producto del achicamiento de los rodeos a partir de políticas públicas desalentadoras que llevaron a la pérdida de más de 10 millones de cabezas del rodeo nacional (alrededor de una cuarta parte). Esto, sumado al esquema de “defensa de la mesa de los argentinos” que restringió fuertemente las exportaciones del producto, provocando la pérdida de mercados, rápidamente ocupados por competidores, como los vecinos del Mercosur que, en bloque, adoptaron esquemas exactamente opuestos.

Ahora bien, aunque en el mundo las cotizaciones de la carne vacuna también sufrieron algunas oscilaciones igual siguen manteniéndose en niveles muy altos que determinan, por ejemplo, que con alrededor de 500.000 toneladas de ventas al exterior se podría compensar las pérdidas registradas por el menor volumen que se está recolectando de granos finos.

Lo más interesante de esta posibilidad es que, debido a la crisis que afecta a los Estados Unidos (uno de los principales exportadores), no podría cumplir su cuota de ventas de carne al exterior. Simultáneamente Brasil, el otro mayor jugador de este mercado, se vio afectado por un aparente caso del mal de la Vaca Loca (que afecta a los vacunos pero que causa la muerte en el hombre) que, inmediatamente, le suspendió los envíos a una gran cantidad de destinos. Es decir, hay mercado demandante reclamando por una mercadería que muy pocos o casi ninguno tiene.

Hay que destacar que Argentina, reconocida como “libre de Vaca loca”, llegó a exportar bastante más de 600.000 toneladas y con una proyección de llegar a un millón de toneladas, volumen que hoy sería imposible por el tamaño del rodeo, por su baja productividad, por el deterioro de la industria cárnica (mucha de la cual cerró, achicó personal y se debate entre la supervivencia y el quiebre) y hasta por la falta de infraestructura (energía, caminos, frío, etc.).

Sin embargo, una señal clara en ese sentido permitiría una fuerte reversión de la tendencia a la caída, posibilitando un ingreso genuino de dólares, una reactivación económica importante en muchas localidades del interior donde “el Frigo” es la única industria en kilómetros a la redonda, y la recuperación de una actividad emblemática del país que podría, así, recuperar algunos de los mercados perdidos y hasta, tal vez, alguna de las inversiones externas que se habían conseguido en este sector (Brasil, EE.UU., etc.) y de las cuales en la actualidad no quedó ninguna.

Por supuesto que podría haber algún rebote “alcista” en los precios internos del producto a nivel consumo pero, de todos modos, hoy tampoco son bajos los valores al mostrador y un “blanqueo” de estos precios permitiría también el alivio para otras carnes sustitutas, caso pollo, cerdo, etc., hoy comprimidas por los valores de “la carne”, de indiscutible preferencia en la población.

Hasta ahora, el resultado de usar a los alimentos y a sus productores, como la llave de ajuste del poder de compra de los salarios dio los resultados que tenemos. Entonces, parece haber llegado el momento de probar herramientas que, más vale, aumenten genuinamente los sueldos más que abaratar artificialmente el precio de los productos que solo atenta contra la producción, y se ponga nuevamente a la Argentina en condiciones de competitividad internacional como para poder volver a crecer.

Seguramente eso ocurriría si la “carne dejara de ser débil”.