Argenzuela.

A veces peyorativo (mujerzuela), otras cálido (portezuela), también diminutivo (estanzuela), pero siempre, siempre, aludiendo a algo menor. A algo con menos calidad, subordinado o más pequeño que el original.

Por eso, algo se moviliza cuando se identifica así al país.

Es que hoy, la Argentina en general, y el campo en particular, están en un nivel mucho más bajo que el que podrían, y muy inferior al que deberían estar.

Aunque no se condiga con las cifras oficiales, el país es más “chico”, y eso se nota cada vez en más frentes.

No se puede distribuir riqueza si antes no se la genera. Es necesario producir y acumular primero.

Falta energía y se importa cuando hasta hace una década atrás se exportaba. También se dejó prácticamente de vender carne al exterior (hace 6 años que no se cumple ni con la extraordinaria Cuota Hilton de cortes especiales para Europa).

La pobreza es inocultable, lo mismo que la inseguridad, y así sucesivamente. Sin embargo, la capacidad de sorpresa no se pierde, ni siquiera, cuando se comienza a evaluar –seriamente– la posibilidad de que la Argentina “importe” trigo.

Pero cómo, ¿no era el granero del mundo? ¿No era el trigo uno de los productos más emblemáticos y distintivos del país junto con la carne? ¿No era el resultado de esa patria “gringa” de abuelos inmigrantes que hicieron grande, y rico, al país en las primeras décadas del siglo pasado?

Pues bien, resulta que ahora la situación es diametralmente opuesta, y probablemente el caso del trigo sirva para entender o, al menos, para evidenciar en qué punto se está.

Es que después de más de 6 años de reclamos y alertas, el trigo cayó a su área de siembra más baja en 100 años (si, leyó bien: 100 años). Eso, y un poco de mal clima, determinaron que se acentuara la caída de producción que ya se venía dando, hasta el punto actual en el que las autoridades temen que la provisión de trigo para el consumo interno no alcance hasta empalmar con la nueva cosecha a partir de diciembre. Mientras, obviamente, los precios locales de la harina “volaron” hasta récords absolutos que pusieron los valores del cereal en los niveles de la soja, y casi duplicando la cotización de los mercados internacionales.

Es obvio que en el Gobierno las luces de alerta se encendieron inmediatamente aunque, hasta ahora, nadie se hace responsable por lo sucedido (y por suceder). Vele reconocer que tampoco lo hicieron con la carne vacuna, rubro en el que se llegó a perder casi un cuarto del rodeo nacional a causa de las mismas políticas.

Pero el caso del trigo puede ser aún más grave. Es que a diferencia de la carne, cuya crisis fue en 2006 y resultante del déficit de oferta, sumado al terrible salto alcista de precios que se dio a fines de 2010, ambos años sin elecciones inminentes, ahora, de concretarse el déficit, se produciría justamente en plena campaña política, sobre las elecciones.

Y, ¿qué puede ser más impolítico para un funcionario con pretensiones de ganar o, al menos, de seguir?, ¿volver al “pan negro”, con todo lo que eso implica, o que Argentina “importe” trigo, por ejemplo, de los Estados Unidos?

¿Pueden, antes de eso, “intervenir”, y decomisar mercadería supuestamente aún almacenada en plena campaña electoral sin que las provincias reaccionen, y mientras se define la siembra del año próximo, o deberían esperar que pasen ambas cosas, o sea, hasta octubre? En ese caso, los productores ya habrían sembrado y no tendrían marcha atrás, mientras que cualquier costo político emergente de tal tipo de acciones tendría 2 años (hasta la elección siguiente) para diluirse, y todos saben que ese lapso en Argentina, es una vida.

Pero, además, si hacen eso ya es tarde para poder concretar los embarques que, necesariamente, deben venir de Estados Unidos, Canadá o Rusia, ya que los vecinos no tienen cantidad para abastecer a la Argentina. Más vale era al revés: Argentina era el gran proveedor de trigo de toda la región, y contaba con más de 65 mercados de destino para este cereal.

Eso también se perdió en esta década.

Sin duda una encrucijada difícil para quien debe tomar la decisión y, más grave todavía, porque al no haber corrección de las medidas que llevaron a este estado cosas, al contrario, se profundiza “el modelo”. Lo más probable es que al igual que en energía, el faltante de trigo se vaya transformando en un tema estructural más propio de “Argenzuela” que de la Argentina grande de otros tiempos.