En caída libre.

De pronto, lo que hasta no hace mucho parecía apenas una percepción, se va transformando en una dura realidad.

Es bien conocido que en los tiempos electorales habitualmente se postergan las decisiones empresarias hasta ver “cómo cae la taba”. También se sabe que el ritmo de la naturaleza no se condice con el de la política, lo que significa, ni más ni menos, que el arranque de la estratégica campaña agrícola 2013/2014 no podrá esperar a que pasen las elecciones de octubre, y lo que se ve hasta ahora no es demasiado alentador.

Obligados a respetar las fechas biológicas, los productores enfrentan dudas crecientes en lo político y certezas (pero negativas) respecto al panorama empresario. Mal cóctel.

En el primer aspecto ya nadie espera que este Gobierno, más allá de algunas correcciones casi cosméticas (que es probable que, de todos modos, vayan en “la buena dirección” más por necesidad que por convicción), encare las reformas estructurales imprescindibles para liberar las fuerzas productivas, especialmente del campo, encorsetado en una maraña de restricciones e intervenciones oficiales que lo tornan cada vez más inviable como negocio.

Los cambios de fondo vendrán, tal vez, con el Gobierno siguiente, en 2015.

Donde hay muchas certezas para este ciclo es en el terreno de las perspectivas de la empresa, pues las coincidencias son casi unánimes respecto a que, salvo que ocurra algo extraordinario a nivel mundial, se “acabó el viento de cola” para los precios de los principales productos que comenzaron su escalada en 04/05, tendencia que se mantuvo prácticamente hasta hace unos meses atrás.

Pero ante la realidad actual de mercados en baja y costos internos de producción crecientes, es obvio que se debe recalcular la ecuación agropecuaria en niveles mucho más bajos.

Tanto es así que, incluso, muchas áreas y actividades, van quedando fuera de mercado.

Los precios de los campos están registrando bajas relativas, lo mismo que el valor de los arrendamientos.

También se prevén nuevas caídas en la utilización de insumos (excepto los imprescindibles), y ya no extraña tanto escuchar hablar de lotes que van a quedar vacíos.

Esto, que se mencionaba al principio del comentario, ya es una realidad palpable en el interior, mucho más marcada cuanto más pequeña es la localidad. Es que, en esos casos, toda la cadena de actividad económica local está ligada directa e indirectamente a las inversiones y resultados que tenga el campo. Esto es, los insumos y servicios ligados al planteo productivo, pero también todo el resto, ya que el dinero que se gasta en esas ciudades y pueblos tiene como origen, básicamente, a la actividad agropecuaria, y si esta se achica, toda la economía local lo hace proporcionalmente.

Muchos arrendamientos quedaron sin concretarse, varios pools “salieron” de los campos alquilados y se quedaron solo con los propios, y los productores que se habían mantenido en la actividad ahora suspenden inversiones y achican al máximo los gastos.

Si además, se incorpora el elemento “elecciones”, con la carga adicional de incertidumbre que agrega siempre a la economía, dado que se sabe, de una u otra manera, sus resultados siempre impactan sobre las decisiones empresarias, entonces es fácil darse cuenta que para una inversión de mediano plazo (agricultura) y de largo plazo (ganadería), se está ante una coyuntura entre inquietante y negativa, en las que las dudas son muchísimas más que las certezas y, entre estas últimas, las negativas predomina sobre las positivas.

Así, suponer que, incluso si el clima finalmente ayudara durante toda la campaña, cosa que ya no está ocurriendo en varias regiones, el ciclo agrícola que comienza y del cual dependerán tanto buena parte de los ingresos de divisas en 2014 como los montos fiscales vía las retenciones a la exportación, pueden registrar una nueva caída, adicional a la que ya se prevé para este año, y que algunos ubican alrededor de los US$ 3.000/4.000 millones en este momento.

Es fácil sacar esta conclusión ante la conjunción prevista de menor área (en muchos de los cultivos centrales), menores precios y caída en los rindes (por la disminución en la utilización de insumos básicos). Sin embargo, si a ese escenario se lo lleva al conjunto de la actividad económica, el monto de merma puede ser muchísimo mayor debido al efecto multiplicador que tiene el campo, y ese es un aspecto que no todos los analistas económicos están teniendo en cuenta, igual que el endeudamiento creciente que se está registrando en la actividad agropecuaria que, ante esto, más vale se acentuaría en lugar de achicarse, aunque esta vez el clima llegara a jugar bien a favor (lo que también es dudoso a esta altura).

De ahí que “la caída libre” sea el panorama que se presenta como más factible para la campaña agrícola 13/14, y que además conformaría otra postergación más en el esperado despegue del campo que, si no se materializó durante la pasada década extraordinaria (de precios internacionales), sin cambios internos, sería casi milagroso que se produjera ahora, cuando el “viento de cola” parece haberse apagado.