Cantos de sirena preelectorales.

Previsiblemente, el acortamiento del lapso hasta las elecciones es directamente proporcional al incremento de los discursos a favor del campo, a la cantidad de visitas de candidatos a las entidades del sector, y a cuanta feria/muestra/exposición se haga en el interior. ¡Si hasta el gobierno se ocupó de rescatar temas casi del olvido (como el del fideicomiso que, teóricamente, se iba a utilizar para reintegrar a los productores de trigo las controvertidas retenciones que siguen pesando sobre el cereal y que nunca llegó a ponerse en marcha)!

Lamentablemente, salvo honrosas excepciones, todo lo que se hace a borbotones (cuando, desde las elecciones anteriores, en 2011 no se había hecho, ni dicho nada…) tiene a la improvisación como la característica más corriente, mientras que la mayoría de los candidatos muestra una casi escandalosa ignorancia sobre los asuntos que desvelan y pesan sobre el campo. Pareciera que solo interesa “la foto” con el campo, y no los problemas del campo que, finalmente, a esta altura son también los problemas del país.

Se nota, desprolijamente, que el contenido de los discursos solo incluye lo que suponen que los demás quieren escuchar, sea o no viable la medida, total la mayoría de ellos nunca se va a ver en la situación de tener que aplicar efectivamente lo que hoy declaman en cuanta tribuna pueden.

Pero eso ya lo aprendieron los productores y ya no se engaña a nadie con semejante estrategia. Al contrario.

Por caso, prácticamente todos (hasta muchos de los dirigentes) hablan de la eliminación –parcial o total– de las retenciones o impuestos a la exportación. Sin embargo, y aunque este reclamo sea uno de los más antiguos que tienen el campo, pocos hablan de una cuestión mucho más dramática hoy por hoy, como son las “restricciones cuantitativas” que el Gobierno sigue aplicando a cantidad de productos, los que, directamente, no se pueden vender al exterior. Naturalmente, semejante medida supera con creces a las retenciones, ya que aunque estas fueran de “cero”, igual los productos no se podrían exportar.

Tampoco se escucha mucho sobre infraestructura, ni propuestas ni reclamos, y sin embargo es un tema clave, no solo por lo que puede encarecer una producción (hasta sacarla, directamente, de mercado, como ocurre actualmente con los fletes de más de 500 km para muchos de los granos), sino también porque hay muchos casos en los que el déficit imposibilita el desarrollo de las regiones. Los ejemplos abundan. ¿Cómo se pueden hacer productos perecederos si no hay una adecuada red de frío, incluso móvil, que permita conservarlos hasta llegar al mercado? Que decir sobre la falta de caminos para sacar la producción láctea de cantidad de tambos.

Los temas son infinitos, aunque “de eso no se habla”, ni propios ni ajenos.

Pero si esta estrategia de “discurso-demagógico-electoral-vacío de contenido-e inviable (muchas veces)”, definitivamente no sirve para la próximas elecciones, en el campo hay conciencia plena de que “el día después”, van a tener que ocurrir unas cuantas cosas, varias que serán bastante cuestionadas por amplios sectores de la sociedad (blanqueo del precio de servicios, etc.), pero algunas que podrían ser muy positivas para la producción.

De hecho, las actualizaciones (minidevaluaciones) permanentes que se están aplicando al tipo de cambio, posibilitaron estos últimos dos meses, que no terminaran de caerse del todo las exportaciones del campo, y esto se espera que se acentúe un tanto después de las elecciones de fin de mes.

Al respecto, equipos técnicos (serios) sostienen que para tener el nivel del tipo de cambio que había en 2006, el dólar oficial debería valer alrededor de $ 10. Muy parecido al valor del blue, ¿no?

En todo caso, lo que vale recordar es que si el campo no puede exportar, no debería producir. Sería tonto “enterrar” miles de dólares anualmente para hacer un producto que no es posible vender, y que excede los niveles de demanda interna. El riesgo que se corre es que el desincentivo que se produzca sea de tal magnitud que la oferta caiga, incluso, por debajo de las propias necesidades internas, lo que ya amenazó ocurrir con la carne vacuna y con el trigo.

Sin embargo, la creencia creciente indica que si solo por la deuda pública el monto ronda los US$ 10.000 millones, mientras que por el turismo se ascendería a otros US$ 8.000 millones, cifra similar al déficit de energía, por citar solo algunos casos, entonces el Gobierno se verá forzado a liberar fuertemente todas las exportaciones. Y en tal sentido, alimentos, agroindustria y pesca figuran a la cabeza de las más genuinas, y de más inmediata reacción positiva, algo crucial para el balance que se cierne sobre los números oficiales.
Así, más allá de las elecciones, la realidad, aunque dura, puede llegar a imponer el sentido común que parece faltarle a algunos funcionarios.