Todos los vientos son malos… (cuando no se sabe el rumbo)

Mientras los países limítrofes aumentan sus reservas, en Argentina se caen.

En tanto el resto de los socios del Mercosur, incluidos Chile y Bolivia, incrementan el volumen de las exportaciones, en Argentina se restringen.

Y cuando el resto del Cono Sur sube su producción de alimentos, en el país que fuera conocido como el granero del mundo falta el trigo, y la harina y el pan llegan a precios exorbitantes (por solo mencionar un producto).

¿Qué pasa? ¿Es que el viento de cola es solo para el resto? O, más vale, que las políticas aplicadas en Argentina son solo equiparables, aún a cierta distancia, con las de Venezuela, y ambos países están logrando los mismos resultados.

La diferencia es que el país bolivariano “nada” en petróleo, mientras que localmente la necesidad de importación de energía es cada vez mayor.

Pero también en Venezuela, además de otros productos, cayó fuertemente la producción de alimentos al punto que mientras a principios de la década solo importaban 5 rubros, en la actualidad las necesidades ascienden a más de 80.

Por el contrario, alrededor de Argentina la tendencia es inversa y se crece en los principales indicadores. Ya no es solo Uruguay el que exporta más leche, lana o carne que la Argentina, también Paraguay ya la supera en este último rubro y hasta recibe inversiones en plantas de aceite debido a las crecientes restricciones y presiones que reciben las empresas en Argentina.

Que decir de Chile, que con todas sus limitaciones de terreno se transformó en un sofisticado proveedor de vinos, frutas, conservas, pescados, o Brasil, hoy ya es el segundo exportador mundial de alimentos, detrás de Holanda y superando incluso a los Estados Unidos.

Es fácil magnificar la diferencia. Brasil era comprador cautivo de trigo argentino en alrededor de 7/8 millones de toneladas en los ´90.
Hoy no solo ya produce el 50% de sus necesidades (camino al autoabastecimiento), sino que compra el trigo en Estados Unidos y en Rusia debido a que Argentina ya no es un proveedor confiable. De hecho, apenas le alcanza para su uso doméstico.

Otro dato de la magnitud de la caída es que, mientras a mediados de los ´90 se superaron los 16 millones de toneladas de cosecha de trigo, ahora, y aún con todos los avances técnicos incorporados en los últimos 15/18 años, apenas se produce la mitad del estratégico cereal.

Es muy difícil de explicar como se insiste en mantener las mismas políticas que, evidentemente, en lugar de agrandar al país lo achican.
En apenas un quinquenio Argentina desapareció prácticamente del mercado mundial de leche, carne y trigo, y va en camino de hacerlo en al menos una docena de rubros más. Y esto, en el contexto de una década en la que se alcanzaron cotizaciones internacionales extraordinariamente altas, y en la que los avances tecnológicos lograron adelantos impensados que hacen batir los récords mundiales periódicamente.

¿Qué hubiera sucedido, entonces, si las cotizaciones hubieran sido malas en los niveles de 2000/2001?

Lo cierto, y grave, es que el país está comparativamente estancado en términos de la producción de alimentos, y por segundo año consecutivo están cayendo los índices de utilización de insumos y de fertilizantes en la agricultura, mientras que los niveles de participación de hembras en la faena vacuna da cuenta que se acabó la recomposición del malogrado rodeo (que perdió el 23% de su volumen en 4 años), y que se corre el riesgo de volver a entrar en una etapa de liquidación.

Evidentemente, nunca son buenos los vientos, cuando no se conoce el rumbo.