Previsible: se sigue cayendo la producción del campo.

Lo que cualquiera que está en el interior viene observando desde hace tiempo y las autoridades se empeñan en negar sistemáticamente, ahora tuvo su manifestación pública, inocultable, con la presentación del estudio realizado por los técnicos de AACREA, a pedido de la Mesa de Enlace, en el que se muestra con números la fuerte desaceleración que registró la producción agropecuaria en los últimos años.

Los datos, indiscutibles, son más llamativos en tanto y en cuanto se dieron dentro de la década de mejores condiciones internacionales para la colocación de productos agrícolas y ganaderos en el mundo (justamente los que vende, o vendía, la Argentina), y que justifican el fuerte crecimiento registrado por todos los países vecinos en el mismo lapso. O sea que, mientras los demás pudieron o quisieron aprovechar ese contexto mundial, evidentemente, la Argentina lo perdió, y justo en “la década ganada”.

Tal vez, el hecho de que igual el país siguió produciendo y, más aún, exportando, y el hecho para nada menor de que a pesar de la caída que iban registrando algunas actividades, la suba casi continua de los precios internacionales durante casi 7 años enmascaraba esas caídas, determinó que muchos no cayeran en la cuenta de lo que estaba sucediendo hasta que fue demasiado tarde. Léase, caso trigo o carne vacuna, solo por citar los casos más extremos, en los que prácticamente se perdieron la totalidad de los mercados de exportación, hasta el límite de poner en riesgo el propio abasto interno.

Los datos de AACREA son contundentes: la producción agrícola que venía creciendo al 3,1% promedio descendió desde 2004 a apenas 1,1% anual. A su vez, en el rubro ganadero, que la media de crecimiento ´54/´80 fue de 1,5% por año, cayó a un alarmante 0,3%/año al 2011.

El contraste con los países limítrofes, tanto en carne vacuna, aviar, granos y leche es dramático para la Argentina.

El mismo trabajo, igual que el PEA (Plan Estratégico Agropecuario), el engendro elaborado por el Gobierno, también habla del potencial que tiene el país a futuro, y proyectan un volumen de granos que en el 2020 podría llegar a rondar los 160 millones de toneladas por año, desde las 105 millones de toneladas actuales, según las cifras oficiales (alrededor de 95 millones reales para los privados).

También fijan en 3,8 millones de toneladas a la carne vacuna en igual lapso, casi un millón más que ahora, mientras que la leche podría superar los 18.000 millones de litros, desde los 10.000 millones anuales en los que está estancada la Argentina desde hace más de 10 años.

Sin embargo, sin desmerecer el valor de estas proyecciones, lo realmente importante sería que los equipos técnicos precisaran los volúmenes que el país dejó de producir en todos estos años a partir de las malas políticas aplicadas, de los controles de precios, de la pérdida de transparencia de los mercados, de la falta de inversión por inseguridad jurídica, etc.

Realmente sería un gran aporte si la ciudadanía supiera que los funcionarios de turno impidieron, por ejemplo, que el país lograra ya los 120/130 millones de toneladas de granos, o sea, unos 30/35 millones de toneladas por encima de las que logra. O unas 700.000 toneladas más de carne vacuna, o unos 5.000 millones de litros de leche extra, etc.

Toda esa riqueza, todos esos ingresos que dejaron de reciclarse en el país en forma de más ventas, más trabajo, más producción…., ahora, ¿Quién se hace cargo?

¿Quiénes son los responsables por los miles de millones que significa esa no producción? ¿El controvertido Guillermo Moreno? ¿El ex secretario Miguel Campos? ¿La ex ministra Felisa Miceli que permitió que se cerrar la exportación de carne vacuna? ¿Quién?

Se podría hacer una enumeración interminable, pero bastan estos pocos ejemplos para demostrar que difícilmente los propios culpables de semejante pérdida se hagan cargo de ella si ni siquiera el mismo sector es capaz de mostrarla claramente a la sociedad y, simultáneamente, reclamarla.

Seguramente sería una forma muy transparente, democrática e inapelable demostrar que no es el campo, justamente, el culpable de atacar, entre otras cosas, a la mesa de los argentinos.