¡!Del tomate…!!

(…o el retorno de Mazzorín…)

Aunque la especie duró muy poco, fue lo suficiente para que la  descabellada idea, seguramente de algún oscuro –y desmemoriado- funcionario, de importar tomates para controlar la lógica disparada de los precios internos del producto  (aniquilada su producción por calores superiores a los 40* C a la sombra desde mediados de diciembre),refrescara los recuerdos sobre los personajes más salientes que apelaron a este tipo de medidas, desde el más reciente y controvertido, Guillermo Moreno, pasando por el ex ministro Roberto Lavagna (que, en realidad, fue quien inició la zaga de controles, precios de referencia, regulados, etc. durante esta última década K), hasta remontarse al más famoso de todos en los tiempos modernos: Mazzorín y sus mediáticos pollos importados desde Brasil y Europa del Este a mediados de los ´80, y que terminaron podridos, como parte del relleno del Cinturón ecológico bonaerense, más de 10 años después.

En ningún caso (“N-I-N-G-U-N”) la estrategia dio resultado y, por el contrario, más de una vez los costos resultaron incalculables como pasó con las pálidas aves que hasta fueron acusadas de ser radioactivas, y rechazadas por los consumidores…

Y aún a riesgo de que resulte repetitivo, pareciera que vuelve a ser necesario recordar algunos principios básicos, que los economistas y funcionarios de turno sistemáticamente desconocen, u olvidan apenas acceden al cargo, en cuanto a controles de precios se refiere.

■ Es casi imposible regular un valor cuando hay escasez de un producto. Esto implica que se debe “prever” la falta si se quiere  quieren contener efectivamente los precios, aunque sea por un lapso muy breve.

■ No hay ninguna chance de hacerlo “en caliente”. Si se espera a que se produzca el salto de precios (por el faltante), entonces se deberán aguardar, al menos varias semanas, hasta conseguir el abastecimiento vía importación, o recuperación de la producción local.

■ No se puede importar cualquier cosa sin tener en cuenta el gusto y las costumbres locales.

¿Elemental, no?

Sin embargo, no parece así a nivel de los funcionarios que insistentemente intentan vencer las leyes de la lógica, y pretenden  lograr buenos resultados utilizando las mismas herramientas probadamente fracasadas de sus antecesores.

Pasó hace apenas unos meses con la falta de trigo que llevó a que los argentinos, antaño orgullosos de ser el “granero del mundo”, pagaran el pan y las medialunas más caras del planeta. Ahí el Gobierno no se animó ni a intentar directamente una importación, en primer lugar, por el alto costo político de refrescar el manipulado recuerdo del “pan negro de Perón”, justo en plena campaña proselitista para las elecciones de octubre pasado.

Tampoco había desde donde, ya que justamente la Argentina fue el histórico proveedor de trigo de todos los países de la región (hasta los Kirchner), y tener que traerlo desde los Estados Unidos era algo indigerible para más de uno del equipo gubernamental.

Así se la aguantaron hasta diciembre, y cuando comenzó a entrar el trigo de la nueva cosecha el asunto se calmó.

Pero antes ya había pasado con las manzanas, con la lechuga, con las papas….En todos los casos, apelando a soluciones (¿) de forma, a partir de persecuciones, aprietes, amenazas, acuerdos forzados, que no corregían nada, pero servían para mostrar, en las tapas de los diarios, que el Gobierno se ocupaba de cuidar “la mesa de los argentinos”.

“Pan para todos”, “Pescado para todos”, “Pollos para todos”, “Cerdo (erótico) para todos”…, fueron solo algunos de los slogans (hoy ya no se los puede llamar “Programas”) que permitieron que un par de empresarios, de tercero o cuarto nivel, lograran pingues ganancias, mientras la gente seguía sin poder acceder a los productos, o teniendo que pagar por ellos lo que marcaba el mercado de ese momento (y que, obviamente, no era lo que registraba el Indec).

Sin duda, el caso de la carne vacuna fue tal vez el más saliente. Se aplicaron todas las formas de control imaginables,  que ya se habían aplicado a lo largo de la historia (siempre sin resultado positivo), dado que la carne vacuna en Argentina es, probablemente, el producto que más veces y durante más tiempo, sufrió controles de precios a lo largo de la historia. La última zaga comenzó a poco de asumir Néstor Kirchner el Gobierno, pero se profundizó a partir de 2005, y llegó al colmo con el cierre de las exportaciones de carne en marzo de 2006. A partir de allí cualquier cosa era esperable, y las probaron casi todas.

Lo único que se logró fue perder (por liquidación) casi un cuarto del reconocido, a nivel mundial, rodeo vacuno nacional, sacar a la Argentina de la mayoría de los mercados importadores, y que los consumidores locales tuvieran que pagar por el alimento central de la “mesa de los argentinos”, uno de los precios más caros que se tenga memoria, debido al agudo faltante de oferta que se produjo.

Fue en 2011/12, pero tampoco sirvió de nada, a la luz de los nuevos intentos de intervención y regulación en los mercados, a pesar de los pésimos resultados obtenidos con esas técnicas,aún por este mismo Gobierno.

Por eso, y aunque tal vez suene a irreverencia, para muchos realmente parecen ¡!del tomate…!