El interior ya está parado

La conjunción de caída en las ventas  de distintos productos en las grandes urbes (autos, departamentos, viajes, etc.), la suba en el precio de los combustibles a alrededor de los $ 15 por litro,  y las lluvias que frenan la cosecha, además de la resistencia de los productores para vender en “pesos” los granos que cotizan en dólares, ya provocaron una fuerte caída de la actividad económica en buena parte del país.

La tendencia, que inevitablemente se profundizará alcanzando también a las grandes ciudades, ya encendió luces de alerta en sectores  clave y muy mediáticos como el automotriz. Sin embargo, el hecho ya venía siendo denunciado desde el campo y la agroindustria, más especialmente, en los últimos 3-4 años, aunque algunos rubros como la producción láctea comenzó con los llamados de atención en 2004-05; la carne vacuna a partir de 2006, y las frutas en 2006-07.

A pesar de los muy buenos precios internacionales, las demandas se generalizaron en 2008, con el intento oficial de imponer retenciones móviles y luego, ni la excelente coyuntura  internacional para los productos transables de Argentina logró evitar el estancamiento, y hasta el derrumbe de algunas actividades, caso el trigo y la carne vacuna.

La tendencia tampoco se revertirá en este ciclo, entre otras cosas porque, a pesar de la creciente necesidad de dólares que tiene el país (para cubrir abultadas importaciones de energía), se sigue manteniendo el “cepo” a las exportaciones de alimentos, el producto más competitivo que tiene el país.

Y, si a esto se agrega que la demanda del mercado interno también se está debilitando y que los costos de producción son crecientes, no hace falta demasiada ciencia para concluir que se está en un callejón sin salida, con la consecuencia más inmediata de un creciente endeudamiento de las empresas, aumento de convocatorias, y una cantidad de quiebras que pueden incrementarse en forma exponencial a partir de este invierno.

Molinos, usinas, frigoríficos, son solo algunos de los sectores más castigados en las provincias, aunque recientemente, y al igual que los autos,  los fabricantes de maquinaria agrícola también reclamaron correcciones ya que en los primeros meses del año sus ventas ya cayeron cerca del 50%, lo que les significa una capacidad ociosa superior al 40%, porcentaje similar al que sufrieron también los aceiteros en campañas anteriores, a pesar de ser este el principal rubro industrial del país, por inversiones y por exportaciones.

Buena parte de los “pooles” de siembra, grupos de inversores de otras actividades que financiaban extensiones importantísimas de cultivos en el pais, ya se retiraron en la campaña anterior, y los niveles de concentración de la actividad agropecuaria estaría indicando que también muchos productores chicos y medianos, fueron dejando sus campos para orientarse a otros rubros. Pero, si bien el tamaño de las explotaciones creció, por esta misma razón, no ocurrió lo mismo con la producción de casi todos los productos que, en el mejor de los casos,  sigue estancada, cuando no en franco retroceso, incluyendo a la soja que se mantiene entre 50-55 millones de toneladas por año desde 2009.

Los volúmenes de exportación de carne vacuna son los más bajos desde 1975 y, solamente en las provincias del NOA, el retroceso de las ventas al exterior de productos agropecuarios supera el 20%, unos U$S 1.300 millones, desde el pico de 2012.

Frutas, pesca, y hasta el mercado de cueros vacunos cayó, en este caso, resentido por la abrupta merma en la faena y el achicamiento del tamaña de los animales ante el derrumbe de las exportaciones que insumen vacunos pesados, más grandes, versus el mercado interno que prefiere los más chicos.

Naturalmente, el deterioro de la actividad agropecuaria repercute en todos los demás rubros, sobre todo, cuando las localidades son más chicas. Desde los volúmenes de venta de la estación de servicio, hasta la renovación de la flota de camiones, pasando por la venta de departamentos, o hasta la cantidad y destino de los viajes estudiantiles, se ven afectados por el deterioro económico.

Naturalmente, la reversión de semejante proceso no va a ser rápida, y mucho menos inmediata. De hecho, hasta ahora, salvo algunas correcciones parciales y forzadas por las circunstancias, en general el Gobierno prefirió la “profundización” del modelo, a pesar de los –inocultables- desastrosos resultados que viene obteniendo.

Por otra parte, el comienzo del ciclo proselitista que culminará recién a fines del año próximo con el cambio de Gobierno, hace prever que hasta entonces, difícilmente se logrará algún avance significativo y estructural que pare el drenaje de recursos que está sufriendo hoy el país y, especialmente, el deterioro de cada vez mayores grupos sociales.