¿El mundo se nos cae encima?

Más allá de que el “relato” oficial siempre tiende a culpar “al mundo” por los problemas locales, y atribuirse como propios los avances que se logran, aunque se deban estrictamente a situaciones internacionales, lo cierto es que a partir de la “globalización” es casi imposible que lo  que ocurre afuera no incida localmente en alguna medida, de la misma forma que ciertas situaciones que se dan en el territorio afectan a otros países. De ahí que la famosa frase vernácula: “vivir con lo nuestro” sea nada más que eso: una frase…

Los ejemplos abundan, aunque tal vez algunos de los más recordados sean los extraordinarios precios internacionales de los commodities agropecuarios (granos, leche, carne, etc.) prácticamente durante la última década, que permitieron que Argentina registrara ingresos adicionales (tanto fiscales como de divisas), a pesar de no acompañar, en muchos casos, con un aumento proporcional de la producción.

También, las sequías que se produjeron en las 2 campañas anteriores, y los excesos hídricos de ahora, que están incidiendo sobre las cotizaciones internacionales, especialmente de la soja, y también en el maíz.

Cuando Argentina dejó de exportar trigo a Brasil (por la abrupta caída de la producción interna), el mercado mundial del cereal se tensó y entraron en la región nuevos jugadores como Canadá o Rusia, ávidos de colocar sus productos.

Lo mismo ocurrió en 2006 cuando se “cerraron” las exportaciones de carne,  momento a partir del cual se mantuvieron las restricciones para el producto, desapareciendo del mercado internacional uno de los principales operadores de carne vacuna del mundo -la Argentina-, lo que contribuyó a reafirmar más aún los precios mundiales de estas carnes rojas.

Los ejemplos son infinitos. El caso es que ahora se vuelve a esperar una marcada desaceleración de la actividad económica mundial, al punto que algunos ya hablan de “estancamiento”, especialmente en los países desarrollados.

Según el último informe del Estudio Broda, el mundo creció apenas 1,7% en el primer trimestre del año, casi igual al peor registro desde la crisis de 2008/09, con Estados Unidos cayendo 1%, mientras que la gran esperanza asiática, China, creció 5,7%, aunque eso es apenas la mitad de lo que fue su promedio de crecimiento económico desde que comenzó este siglo.

Si esta tendencia se mantuviera significaría, entre otras cosas, una demanda mucho menor de bienes como los alimentos, y la consecuente caída mundial de sus precios.

Alerta para Argentina, que es vendedora.

Sin embargo, por el momento hay algunos factores que neutralizaron la baja. Por un lado, los muy bajos stocks de granos que hay en el mundo, y también problemas climáticos en varias regiones productoras (como ahora en Argentina, afectando la recolección de  una tercera parte de la cosecha de soja), que presionaron las cotizaciones a la suba, o alcanzaron para neutralizar las bajas.

Entre los factores positivos juega también la bajísima tasa  de interés internacional que favorece cualquier inversión, y dispara demandas de cantidad de productos.

Pero para la Argentina en general, y el sector agropecuario en particular, hubo otro factor de inusual incidencia: las tensiones entre Rusia y Ucrania, dada la importancia de este último país como productor agrícola (tiene más de 32 millones de hectáreas de siembra, cifra apenas algo menor a la de Argentina), y lo que podía representar un eventual conflicto bélico para su producción agrícola.

Ahora, sin embargo, tal posibilidad parece alejarse, pero irrumpió un  hecho para nada menor y es que la soja también entró en Ucrania, lo que vuelve a mover el tablero.

El juego, según el especialista Jorge Ingaramo es que Rusia, con una potente economía, está mejorando rápidamente su dieta alimentaria con la inclusión de más proteínas, de origen animal. Lease: cerdo, pollo, leche…, para lo cual necesitará cantidades crecientes de maíz y de harina y pellets de soja para poder producirlos.

Esto, a su vez, determinaría que Ucrania cambiara parte de sus fuertes áreas girasoleras por la soja, para poder abastecer a su vecino, lo que sacaría oferta de girasol del mercado internacional, haciendo subir su precio.

Alerta para Argentina, que es productora

Pero este es solo un ejemplo de cómo la globalización hace que los factores incidan en forma cruzada.

También es un indicador de la complejidad que representa para un empresario/productor adoptar decisiones ante semejante tablero internacional.

Y, ni hablar si, como ocurre en el plano local, hay que sumar  altas tasas de interés, inestabilidad e inconsistencia de muchas de las políticas internas que ya determinan, independientemente del mercado internacional, una profunda caída de la demanda de consumo interno, y una persistente suba en los costos de producción…

Entonces, ¿el mundo se nos cae encima, o nos caemos solos?…