¡!Pare de perder!!

¡Que lejanos parecen aquellos tiempos en los que el entonces político en ascenso, Eduardo Duhalde, dictaminaba que “la Argentina está condenada al éxito”

Desde entonces se perdieron reservas económicas, energéticas, rodeo vacuno, lanares, producción de trigo, de maíz, de fruta, de madera.

Se atrasó el parque de camiones, el de maquinaria agrícola. También se fueron toneladas de nutrientes del suelo, extraídos por las sucesivas cosechas y no devueltos a la tierra por falta de rentabilidad de las explotaciones agropecuarias.

Empeoraron las comunicaciones, el estado de los caminos, los puertos…

Se perdió estabilidad económica, al tiempo que se recuperó la temible inflación.

La Argentina retrocedió hasta en las Pruebas Pisa, que evalúan el grado de excelencia de la educación en distintos países. En realidad, en este sentido, los indicadores son pésimos desde la escuela primaria hasta la universidad.

La exitosa presión impositiva continúa su avance y su complejidad es tan grande que ya es imposible moverse sin el contador al lado.

Se perdieron tantos grados de libertad que es casi imposible enumerarlos, desde moverse por la calle (por la inseguridad), hasta comprar divisas (por el corralito).

No se puede exportar porque no otorgan los permisos correspondientes, y es complicado producir, no solo por los costos, sino por las limitaciones energéticas que afectan más especialmente a las fábricas (muchas hoy operando solo 2 de sus 3 turnos por esta razón), que a los consumos individuales, sobre todo de las grandes ciudades, seguramente por el impacto mediático negativo que tendrían los cortes en las principales urbes.

Mientras desde la publicidad oficial se intenta convencer sobre la década ganada, cada vez son menos los que piensan que es mayor el beneficio que el daño que se registró en estos años.

En todo caso, lo que queda claro es que la espectacular coyuntura internacional que se dio durante varios de estos últimos años, con precios récord para muchos de los productos que produce (o producía) el país, y que fue plenamente aprovechada por todos los vecinos, en el caso de Argentina apenas alcanzó para aumentar la propaganda oficial y, por ende, el gasto público que sigue su escalada sin dar señales de alguna forma de freno.

Para el sector agropecuario, que ocupa la mayor parte de la geografía del país, la ecuación ya no cierra, y se opera en contra margen, aunque desde el sector oficial se sigan promocionando reuniones y supuestas “propuestas” absolutamente inútiles, o a destiempo.

Los casos más recientes de la lechería, a la que después de 9 años de reclamos, y el cierre de un tercio de los tambos que había (más de 6.000) por razones económicas, le propusieron “crear una comisión” para estudiar la situación; o la de los contratistas rurales que, endeudados y con graves problemas operativos, les ofrecen créditos a tasa subsidiada, en realidad, para tratar de descomprimir al sector de la maquinaria agrícola también jaqueado, son apenas dos ejemplos de la falta de conocimiento y/o sentido común que prima hoy en el Gobierno.

Los alertas no son atendidos, y buena parte de los funcionarios actuó siempre convencido de que el campo nunca iba a dejar de producir, pero no es así, y en esta campaña se puede llegar  a comprobar.

Es que la conjunción de altísimos costos internos (en dólares), ausencia casi total de infraestructura (que encarece sensiblemente los costos), y la baja relativa de los precios internacionales de los granos, está llevando a que los “números” de la cosecha ya no cierren casi ni para la soja, mucho menos si el campo se encuentra a 500 o más km de puerto.

Que pasa entonces?, ¿Qué van a hacer los productores que están comprobando que aún si se mantuvieran los precios actuales, los resultados de los cultivos van a ser negativos?.

Lo que se perfila, en ese caso, es el achicamiento de las superficies dedicadas a los distintos cultivos, como ya pasó con el trigo, que sigue sin recuperarse de piso histórico ( en 100 años), a pesar de los informes oficiales que hablan de “algún repunte” que, de todos modos, no mueve el fiel de la balanza.

Y como en la cantinela televisiva: “¡Pare de sufrir!”, ¿no habrá llegado la hora para que también la Argentina, de pie, sentencie: “¡Pare de perder!!?”.

Al menos, sería un ejercicio interesante para los candidatos 2015, alguno de los cuales será el que tenga que lidiar con el atraso, el endeudamiento y el achicamiento de la producción más genuina que tiene el país, apenas dentro de 16 meses…