El viento rota al frente

Es evidente que Cristina Fernández no cuenta con la estrella de su extinto esposo, Néstor Carlos Kirchner. Es más, bastó que asumiera la primera magistratura, para que el oficialismo sufriera el conflicto más largo de su historia: 4 meses durante los enfrentamientos por la famosa resolución 125, que duró desde el 11 de marzo del 08 hasta el 17 de julio de ese mismo año. Y, para colmo, perdió esa pulseada.

Pudo, sin embargo, revertir algún tiempo después ese resultado y, ayudado todavía por el “viento de cola” internacional, que mantenía altos los precios internacionales de los principales productos que vende la Argentina, el Gobierno pudo seguir gastando de más (y mal, en buena parte de los casos), estirando así, mediante la distribución de fondos aportados por los sectores productivos, la “disciplina” de propios y ajenos.

Por supuesto, el hecho determinó, además, que quedara definitivamente sellada “la suerte” del campo, sector con el que el kirchnerismo nunca comulgó, ni siquiera en Santa Cruz.

Pero la bonanza no duró, al menos, no lo suficiente para llegar a diciembre de 2015 con la tranquilidad suficiente. Por supuesto que el oficialismo hizo méritos suficientes para ir agotando los recursos, las posibilidades, las reservas, y hasta la paciencia de muchos, dentro y fuera del país.

El tema es que ahora, de golpe, la sábana se acortó. Lo que hay no alcanza, y para agravar el cuadro, los precios internacionales comenzaron a  desplomarse a niveles inéditos. El maíz, por caso, está en su precio más bajo en 10 años, lo que casi promete que la sábana se termine transformando en un pañuelo, mientras que el sector más eficiente, el que permitía los ingresos mayores de divisas, y sin “ayuda” en el tipo de cambio, al contrario, ahora está agotado.

La síntesis es que este año “el campo”, gracias a la caída de rentabilidad y por la falta de financiación, va a disminuir su área de siembra (tal vez, 3 millones de hectáreas, o más), y la cosecha 14/15 tampoco volverá a alcanzar ni 100 millones de toneladas, como alguna vez logró.

Menor volumen y menor precio es una mala mezcla, especialmente para un Gobierno que intenta llegar a diciembre del año que viene, y enfrenta un cada vez más ríspido escenario electoral.

Hasta la emblemática soja, el “yuyo”, que salvó varias veces al ex Presidente Kirchner, podría llegar a caerse en el nuevo ciclo. Para los analistas de AACREA, la asociación que nuclear a los productores más eficientes del país, se necesitaría un precio 30% mayor al actual, para que la oleaginosa volviera a ser rentable. Y no hay ninguna seguridad de que tal cosa pueda llegar a ocurrir. Es más, algunos pronostican unos 3 años más de precios internacionales bajos para los granos.

El Gobierno lo sabe, porque lo sufre. Según el analista Gustavo López, en las recientes jornadas de Agrotendencias, “los ingresos por exportaciones, que llegaron a ser de u$s 33.000 millones, con una recaudación de  u$s 9.200 millones (por retenciones), “hoy está en u$s 23.300 millones, con una recaudación fiscal de u$s 6.800 millones”. Le faltó agregar que con pronósticos que siguen en baja.

En cuanto al trigo, dijo que “la Argentina es apenas el 1,5% en la creciente producción mundial, de 720 millones de toneladas. El país, que “aportaba casi el 92% del trigo a Brasil en 2006, hoy le abastece solo el 20%”. Esto es comprensible considerando que ahora se produce el 60% de lo que se llegó a alcanzar en los ´90.

“En maíz, hay una recomposición de la producción mundial, a 988 millones de toneladas, con stocks enormes, de 190 millones”, dijo López, y por eso la fuerte caída en los precios, pero Argentina “dará unos mediocres 10 millones de toneladas de trigo, y  21 millones de maíz. Hay un estancamiento notable. La producción total será de 98 millones de toneladas”, arriesgó López.

Y ese volumen, con menores precios, obviamente no alcanza para las crecientes exigencias que tiene el Gobierno, mucho más en un año electoral.

Como siempre, las cosas suceden en los momentos menos oportunos, y una campaña electoral, después de 11 años de una misma administración (más aún la del matrimonio Kirchner) requeriría, además de haber tomado las previsiones en la época de las “vacas gordas”, que hubiera un fenomenal viento de cola, que hoy ya no existe, y que hasta puede terminar de virar del todo al frente.