Cinco plantas alimentan al mundo

Escribe Susana Merlo

Si, apenas 5 plantas constituyen el grueso de la demanda moderna de alimentos a nivel mundial.

En forma directa e indirecta, el maíz, la soja, el trigo, el arroz y la papa, dos de ellos originados en América (por lo que Asia y el Viejo continente recién los conocieron a partir del siglo XVI-XVII), conforman la base de la comida de más de 6.000 millones de habitantes. Algunos se consumen directamente, y otros para producir dan carne y leche, especialmente el maiz y la soja.

Se entiende así la importancia que revisten y, mientras en la antigüedad, la estrategia consistía en su stock ante eventuales sitios o guerras entre regiones, ahora el poder consiste en su producción, al punto que los países que no pueden generarlos por clima, suelo, o falta de agua dulce, deben desarrollar forzosamente otros rubros fuertes que les permitan generar las divisas para poder comprarlos.

Es lo que ocurre entre otros con Japón, que compra por alrededor de U$S 80.000 millones anuales, y más recientemente con el gigante asiático: China, aunque todos los países importan algo y muchos de ellos también exportan algún rubro. De hecho, los principales exportadores, como Estados Unidos, también es uno de los grandes compradores de alimentos.

Con el crecimiento económico que se fue registrando en Asia y también en la India, el “food power” volvió a su apogeo como hace 3-4 décadas atrás, o más lejos aún, cuando Argentina era “el granero del mundo”, a mediados del siglo pasado.

Y esto no puede llamar la atención ya que, a medida que los pueblos van mejorando sus ingresos, una de las primeras cosas que cambian es su dieta alimenticia, incorporando productos más ricos en proteínas, como la carne de cualquier tipo, o los lácteos, que también son más caros.

Asegurarse la “comida”, es tan esencial que, incluso, dio lugar a la Política Agrícola Común, la PAC, tras la crisis generada por la II Guerra Mundial que dejó a Europa casi sin alimentos. Obviamente, luego se desvirtuó el sistema convirtiéndose en uno de los grandes íconos del proteccionismo mundial, con subsidios multimillonarios que frenaron el desarrollo de otros países productores emergentes.

Mucho más moderno, el esquema de grandes empresas de servicios, megafusiones, y tecnología de altísima generación para ser aplicada a la producción, constituyen fuertes puntales del poder político actual. Basta ver la negociación que hace meses está llevando a cabo la multinacional alemana Bayer Ag para la adquisición de la no menos gigantesca Monsanto Co, en algo más de U$S 65.000 millones. Semejante cifra, para que el gigante químico y farmacéutico compre la mega semillera mundial, está indicando muy claramente hacia donde se va alineando la producción de alimentos.

Y, si bien es cierto que no todos están muy de acuerdo con las tecnologías más nuevas como la ingeniería genética, transgénesis, agroquímicos, etc., no es menos cierto que sería imposible tratar de cambiar la tendencia. Tampoco sería lógico.

Es que con los sistemas anteriores de producción, considerando las áreas agropecuarias, se estima que los alimentos apenas alcanzarían para 3.000 millones de habitantes, algo así como la mitad de la población mundial. ¿Y el resto?.

En ese contexto, los ojos del mundo productor, y también de los compradores, se vuelven hacia la Argentina, uno de los pocos países que tiene suficiente extensión, variedad de climas, agua dulce y suelos como para producir muchísimo más de lo que consumen sus 45 millones de habitantes. Pero no lo está haciendo.

Y ese es un dato en contra, pero también una oportunidad, que es lo que vuelven a evaluar los capitales internacionales, como lo hicieron en los ´90 cuando alimentarias de todo el mundo adquirieron empresas locales, desde Danone, a Nestlé, o desde Kraft a Swift, pasando por las brasileñas, que luego se retiraron rápidamente y ahora podrían estar dispuestas a volver.

No es tan fácil, de todos modos, Argentina tiene una larga fama de recurrencias en inestabilidades políticas, inseguridad jurídica, falta de respeto a la propiedad privada, no reconocimiento a los derechos intelectuales, y otros extras que no contribuyen, justamente, a atraer capitales externos.

Aún superando tamañas cuestiones, queda todavía la falta de infraestructura, energía, frío y comunicaciones necesarias para cualquier emprendimiento de proceso y agregado de valor, como el que rodea al mundo de los alimentos.

A partir de allí, suponer que Argentina puede producir 40 millones de toneladas más de granos (40% más que en la actualidad), unos 5.000 millones extra de leche (50% por encima), o 4,5 millones de toneladas de carne vacuna (en lugar de 2,5-2,8), es apenas un primer escalón, y sin contar otros rubros como hortalizas, frutas, semillas, o flores, rubros todos que son centrales en la economía de varios países, y que localmente se los trata como rubros “menores”, claro, al lado de “los 5 grandes” con los que cuenta sobradamente.