Con el optimismo alcanza??

Escribe Susana Merlo

Coincidentemente con la cumbre empresaria más importante del año -el Coloquio de Idea-, la sensación de optimismo que muestran públicamente los funcionarios, y que en Mar del Plata fue acompañada por buena parte de los hombres de empresa que allí asistieron, no se condice con las afirmaciones de “agotamiento” económico, o la imposibilidad de hacer frente al bono de fin de año que piden los dirigentes sindicales. Mucho menos con las noticias cotidianas sobre despidos, suspensiones, vacaciones adelantadas, etc. que alcanzan, incluso, a varias de las industrias a las que pertenecían los allí presentes.

Fuera de las “grandes”, mucha mas conocida es la situación de las pymes cuyos cierres se comprueban cotidianamente con la desaparición de locales comerciales, o restaurants, entre otros.

Pero entonces, ¿hay doble discurso? ¿pueden darse errores de apreciación de semejante magnitud?, ¿los funcionarios están viendo cosas invisibles a los ojos de los restantes mortales?, ¿se trata de exceso de “optimismo” de parte de algún grupo de dirigentes?.

En todo caso, seguramente hay una mezcla de cosas, condimentadas por un temor reverencial a que el pasado más reciente pueda volver, y eso impulsa “silencios” forzados que, al menos en los últimos años, tuvieron muy malos resultados para la producción.

Pero las diferencias también se comienzan a sentir internamente, entre los propios miembros del Ejecutivo, y la tensión ya no se va a poder ocultar cuando, definitivamente, no quede más remedio que enfrentar el dilema entre resignar impuestos, o seguir sacrificando inversiones productivas.

El punto es simple: con la presión impositiva que hay , que supera el 45%, y que en el sector agroindustrial es superior aún, no solo es impensable que puedan venir capitales productivos desde el exterior, sino que se corre riesgo que siga el drenaje de los propios capitales internos, algo que caracterizó al menos al último quinquenio, y que tampoco se detuvo desde que asumió la nueva administración.

Pero para poder bajar los impuestos, es imprescindible bajar drásticamente el gasto público y esa tarea se está atrasando, al punto que hasta la promesa oficial de recortar 5 puntos anuales las retenciones de la soja, ya tuvo que ser incumplida. Peor aún, el gasto se amplió dramáticamente y no por el mantenimiento de los planes de contención de grupos vulnerables, o por pagos postergados como los de los jubilados, sino más vale, por mala asignación e ineficiencia en la aplicación de los recursos, algo impensable si efectivamente el actual gobierno fuera de “CEOs”, como dicen peyorativamente algunos. Si hay algo que conoce el sector privado es la asignación efectiva de los recursos ya que caso contrario se funde…

Todo esto es lo que justifica que, hasta ahora, los pocos capitales que ingresaron desde el exterior, más allá de las propias exportaciones, fueran solo comerciales o financieros. No hubo casi inversiones productivas, y mucho menos acordes con la magnitud de las declaraciones optimistas que se escuchan, inclusive, desde afuera.

A esta altura ya no quedan demasiadas dudas que la posición que primó en el seno del equipo del Ejecutivo, al menos erró fuertemente en el “timming” en el que se produciría la reactivación económica, ingresarían fuertes capitales externos, y se “domaría” definitivamente la inflación. Todo está resultando más lento que lo que esperaban/deseaban. Todo se fue postergando.

Y, como “la sábana es corta”, y la decisión oficial se centra en el objetivo político de ganar las elecciones del año próximo, entonces queda claro que las necesidades de la producción quedarán nuevamente postergadas para el 2018.

La intriga real es si la apuesta a la reactivación económica apoyada básicamente en la obra pública (que también justifica alguna inversión, y más endeudamiento), alcanzarán para compensar en los próximos meses, la desaceleración o la no reactivación del resto de los sectores., y todo sin bajar el altísimo nivel del gasto.

Por eso, ante cierto voluntarismo malhumorado, que no acepta escuchar objeciones y alertas, es necesario anteponer la racionalidad que no alimente expectativas que luego no se van a cumplir por factores internos, y limitantes externas que acotan las posibilidades argentinas.

Es que con Brasil, el principal cliente, recién comenzando a reaccionar, y el comercio mundial sin mayores expectativas de retomar el crecimiento vigoroso que llegó a tener años atrás, está claro que por el frente externo las únicas posibilidades vienen de la mano de los productos más competitivos que tiene por ahora el país, o sea, la agroindustria.

Pero aún en este rubro, ¿como enfrentar la presión impositiva, las cargas laborales, el blanqueo de servicios, el crédito limitado y las altas tasas de interés, aunque el consumo interno (de masivos) se mantenga relativamente sostenido en el año electoral??.

Una decisión difícil para el Ejecutivo a las puertas de cumplir su primer año de gobierno.