La Argentina atrasa…

Escribe Susana Merlo

Si bien hubo avances indiscutibles en materia de libertades, justicia o transparencia, es mucho lo que falta todavía, y el “gradualismo” no ayuda exactamente a que algunos de los logros se materialicen antes.

Por caso, en un mundo prácticamente sin inflación, Argentina aún ostenta dos dígitos bien consolidados. Hay un abultado déficit fiscal y el comercial es creciente.

La desocupación es también alta y la economía del país sigue ubicándose entre las más cerradas del mundo lo que, para muchos, es causa de varios de los males anteriores.

Para los sectores productivos, a su vez, la alta presión fiscal restringe las posibilidades de crecimiento. El campo no es la excepción, y los aumentos de impuestos muy por encima de la inflación (tanto del año pasado, como la proyectada para este 2018) son un ejemplo inocultable.

Para colmo, parece haber terminado el “viento de cola” que sopló sostenidamente durante la Era K, lo que incluye clima y mercados. De hecho, ahora se llevan 3 inundaciones consecutivas en plena Pampa Húmeda, 2 incendios de verano y una aguda sequía (que habría finalizado), lo que impidió mantener siquiera los niveles productivos que se habían alcanzado años atrás.

Así, en este ciclo, van a retroceder fuertemente la agricultura (alrededor de 35 millones de toneladas, hasta ahora), se agudiza la caída de la fruticultura, la lechería muestra un nuevo amesetamiento (a pesar de las versiones oficiales), por debajo de los 10.000 millones de litros por año, y solo la ganadería vacuna mantiene índices positivos, aunque comienza a alarmar el nuevo aumento de participación de hembras en la faena, hoy rondando el 45%, muy cerca de los porcentajes de liquidación.

La tecnología está, o al menos, “estaba” disponible, pero comienza ya el retraso como se está dando en la agricultura a causa de la falta de previsibilidad por la aplicación relativa de la Ley de Patentes, o la falta de una nueva Ley de Semillas que incorpore los avances de los últimos años, no contenidos en la vieja ley de hace 70 u 80 años atrás cuando, por ejemplo, no existía la biotecnología o la ingeniería genética.

Este déficit ya provocó que Brasil se ubique por delante de Argentina, al menos, por tres campañas más, ya que aún si en este ciclo legislativo se destrabaran las discusiones, igual localmente no se contaría con las nuevas variedades, hasta al menos, el 2020.

“Es la naturaleza, imbecil”, se podría parafrasear ya que los tiempos de experimentación y multiplicación vegetal implican ciclos mucho más largos que los que la política parece poder entender.

Y, que significa esto?. Bien, ni más ni menos que extraordinarias pérdidas de oportunidades (y dinero). De hecho, entre los rindes récord que se pueden obtener con las semillas más nuevas de maíz, y aplicando toda la tecnología disponible, el rango va de 240 quintales por hectárea (24 toneladas) a 71 quintales promedio nacional en la actualidad. Entre ambos extremos, mucho terreno para recorrer, aún sin aumentar la superficie ocupada por la agricultura.

Lo mismo se podría decir con todos los indicadores de la ganadería vacuna. Indíces de preñez, de parición, de marcación y de destete; porcentaje de toros aptos en los rodeos de cría, niveles de engorde, o porcentaje de extracción del rodeo, entre otros muchos, se encuentran bien alejados de los logrados por los principales productores de avanzada.

Así sucesivamente, se podría enumerar la cantidad de posibilidades productivas que el país va perdiendo, año tras año, porque las condiciones macroeconómicas no están dadas, porque aún falta seguridad jurídica en temas básicos (¿aceptará la Unión Europea, por ejemplo, que Argentina no cuente todavía con una ley de Semillas en un eventual acuerdo con el Mercosur?), o porque la presión fiscal sigue siendo excesiva.

Y, finalmente, ¿alguien saca la cuenta no solo de lo que se pierde, sino también de lo que se deja de ganar con cada uno de los atrasos evitables?.