“Cambia…, todo cambia…

Escribe Susana Merlo

 Cambia lo superficial

Cambia también lo profundo

Cambia el modo de pensar

Cambia todo en este mundo”

(Mercedes Sosa)

 Se necesitaron casi 30 meses para que las demandas y alertas de muchos de los propios (no de la oposición) mostraran su peor costado y, como el agua fuera de curso, arrastrando todo a su paso, forzaran cambios bruscos de la política económica que tendrían que haber sido hechos con mucha mayor tranquilidad, muchos meses atrás, y sin los daños que se causaron.

Intentar forzar al dólar a mantenerse en un nivel bajo ficticio; acordar salarios menores; subir tarifas y servicios, y aún así pretender que no hubiera inflación,  entre otras cosas, formaron parte de un relato virtual que, en la práctica, comenzó a resquebrajarse en marzo, para terminar de romperse entre fines de mayo y junio. Obvio que el casi ingobernable proceso (que llevó al país a desembocar nuevamente en el FMI, como “controlador” externo), ya costó varias cabezas de funcionarios que parecían inamovibles, más por su cercanía con el presidente de la República, que por su capacidad en la función, algunos de los cuales no debieran haber sido nombrados nunca, y que también habían sido objetados desde el vamos, cuando la “onda sub 50” estaba en su apogeo, y era imposible hacer algún comentario crítico sin ser tildado de “opositor”.

Pero todo eso es historia, como también lo es la falta de crecimiento productivo vigoroso (reconociendo la “ayuda” que dió el clima en contra en los últimos ciclos), el dramático desfase de la balanza comercial, en especial, por la caída de las exportaciones, y la no llegada de capitales, que algunos suponían iban a fluir con el solo cambio de Gobierno.

Es cierto que hubo medidas buenas, como el recorte a 0% de las retenciones a la mayoría de los productos, pero faltó una ley que “asegure” que no se va a apelar nuevamente a los retrógrados impuestos a la exportación, y que también alcanzara a todos los rubros, incluyendo a la soja que aún ostenta un 27%.

También la eliminación de restricciones al comercio, como cupos, cuotas, registros, Roes, etc., o la desaparición -muy paulatina- de engorrosos trámites superpuestos en más de un caso, se contabiliza entre las cuestiones a favor.

Igualmente, la cantidad de obras públicas tiene una doble vertiente positiva. Por un lado necesidad imperiosa de actualizar y ampliar obras de infraestructura y, por otro, la reactivación económica que implican las obras públicas. Sin embargo, el hecho de que se haya priorizado el aspecto proselitista de las mismas, concentrándolas en las zonas más densamente pobladas, en lugar de ubicar los lugares estratégicos para abaratar costos y así poder aumentar la producción es un punto en contra. Por mencionar solo un caso, especialistas sostienen que el soterramiento del Ferrocarril Sarmiento, en pleno conurbano, cuesta más de 5 veces lo que se necesitaría invertir para concretar la salida al Pacífico por carretera (Catamarca)  y tren (La Rioja), una obra que va a permitir que cerca de 10 provincias ubicadas hoy a más de 600 km de puerto, vuelvan a ser económicamente viables aumentando, simultáneamente, las exportaciones del centro y todo el norte del país.

Los ejemplos de este tipo abundan, pero no viene al caso enumerarlos. El caso es que si los 30 meses que transcurrieron, van a servir al menos para recapacitar, corregir seriamente errores, y mejorar sustancialmente el equipo de gobierno, entonces, puede ser que también el rumbo mejore y la perfomance productiva cobre mayor impulso que el demostrado hasta ahora.

Si bien es cierto que el escenario internacional no es demasiado alentador, y los precios internacionales de los productos que comercializa Argentina no están en su mejor momento, no es menos cierto que los principales países del mundo siguen respaldando al país, y la reciente actitud del Fondo Monetario Internacional es apenas una  muestra.

Para el campo, principal exportador y generador de divisas, aunque alicaído y con muy poca liquidez, la apuesta sigue vigente, y solo hace falta que el clima se regularice un tanto, para que se recuperen los 35 millones de toneladas que se perdieron en esta última campaña. Pero para que se logre un crecimiento adicional, que haga “saltar” 3-5 millones de hectáreas la superficie de siembra, 10%-15% más, va a hacer falta una nueva vuelta de tuerca, más creatividad en la soluciones y herramientas propuestas (por caso, la lechería y la fruticultura siguen esperando respuestas) y, sobre todo, un compromiso muy serio en la estabilidad de las líneas de acción (basta de retenciones si, retenciones no, etc.), para que el principal inversor que tiene el país: el campo, que  apuesta 20-25.000 millones anuales solo para mantener los ciclos productivos en marcha, no solo esté dispuesto a esto, sino también a invertir más, y hasta endeudarse adicionalmente porque “sabe” que le van a respetar las reglas de juego.

“Todo cambia, pero no tanto….”