Tiempo de reconstrucción

Escribe Susana Merlo

Si es cierto que toda crisis es una gran oportunidad, entonces el proceso que comenzó a vivir la Argentina hace un mes, constituye una chance sin precedentes. Tal vez, la última para recuperar décadas perdidas, y un estancamiento inédito.
Es cierto que la conmoción generada no está dejando un solo frente entero. Ni el gremial, ni el político, ni el empresario. Pareciera que nada está quedando en pie. ¿Pero acaso existe una forma de cambiar malas costumbres enquistadas en las estructuras más profundas de la sociedad, que no sea “limpiando” a fondo y rehaciendo de nuevo?.
Es cierto que la sacudida es violenta, que hay bastante temor, y que la resistencia de los sectores que venían disfrutando de esquemas prebendarios, es muy dura. Sindicalistas históricos, anclados en sus cargos durante décadas; la conocida “patria contratista”; el “círculo rojo” que usufructuó el acceso directo al poder de turno; o la mala policía, por citar solo media docena de casos, no se van a resignar fácilmente a perder lo que creen que es un “derecho adquirido”.
Pero las fuerzas del trabajo, y los sectores productivos, encabezados por el campo, que históricamente fueron los que “pagaron” el costo de tales políticas (pues siempre alguien “paga”. No existe nada gratis), deberían tomar esta etapa como un desafío, pero también como la gran oportunidad de deshacerse, después de décadas, de las estructuras que los fueron saqueando, en nombre de una caridad que no era tal, y para beneficiar a los sectores más vulnerables que resultaron ser los más afectados, y los que justamente crecieron en forma alarmante en los últimos años.
La “sensibilidad social”, la “mesa de los argentinos”; la “generosidad de los que más tienen, para con los más pobres”, etc., hoy se sabe que fueron frases vacías de contenido lanzadas solo para enmascarar beneficios particulares, y economía de “amigos”.
Pero además de la sorpresa, y también de la inquietud ante la magnitud del cambio que se plantea, no se está viendo a la dirigencia privada actuar en consecuencia y, más vale, se mantiene en el esquema pasivo de “observador”, y no de parte involucrada.
Es que al margen de la posición política de cada uno, las organizaciones y entidades de cada sector, en este caso del campo, deberían estar haciendo público en este momento, el listado de cuestiones a “remover”, y cuál es el impacto económico de no hacerlo. Restricciones, cupos, cuotas, trámites superpuestos; gestiones innecesarias, todos costos que pesan sobre la empresa campo y le restan competitividad a sus productos.
Ya que la cartera de Agricultura no parece tener mayores planes al respecto (al menos, hasta ahora, no mostró nada de eso, excepto los proyectos enviados por el propio Presidente de la República con algunos de sus colaboradores inmediatos, entre los que no figura el staff de “Bioeconomía”), parece un buen momento para “contribuir”. ¿No hay nada que decir de la operatoria del Senasa?, ¿Y del INTA? ¿No podría ser más eficiente su accionar, y mejor distribuidos sus recursos?. ¿Cuántos costos y permisos evitables tienen una habilitación de un negocio, fábrica, o criadero?, ¿y una exportación?. ¿Cuántos municipios tienen tasas que, en realidad, son “impuestos” pues no tienen contraprestación??.
¿Hay alguien mejor que los propios productores distribuidos por todo el país, para hacer este relevamiento y, luego, el control?
Las obras de infraestructura que “si” hacen falta, desde los caminos rurales, hasta el funcionamiento adecuado (y ampliado) de la Hidrovía. La habilitación de más pasos fronterizos, hasta la construcción y recuperación de todas las vías férreas que se pueda (el flete es muy inferior al camionero, y la polución infinitamente más baja); nuevos diques y su aprovechamiento para riego y energía hidroeléctrica. Y así sucesivamente….
Con un gobierno que dice querer eliminar todos los sobrecostos, e intervenciones de un Estado generalmente ineficiente, sería el momento de “aportar” en las cuestiones más urgentes.
Y si es cierto que “se va a dejar a los privados, todo lo que puedan hacer los privados”, hay cantidad de obras que pueden, incluso, conseguir financiación internacional para su desarrollo. Solo hay que mirar un poco al mundo, ver como hacen, y luego agregarle un poco de trabajo, “mover el lápiz” para mostrarle al Gobierno, pero también al resto de la sociedad, todo lo que es posible hacer ahora, que con Gobiernos intervencionistas y estatistas era imposible.
Ahora está el planteo de un cambio drástico. Sería la oportunidad. Sin embargo, si todo cambia, menos la dirigencia, el paso de un esquema a otro será mucho más traumático, lento y trabajoso…