Contradicciones preocupantes.

Desde las más nimias hasta las estructurales, la cantidad de contradicciones e inconsistencias que enfrenta hoy la sociedad y, peor aún, con las que se acostumbró a convivir es, al menos, alarmante. Y el campo no es la excepción.

La reciente realización de una de las muestras más importantes del sector permitió comprobar varias muy llamativas, como los ¨paseos” frente a cámaras de televisión y periodistas, del ex ministro de economía, el siempre despeinado Martín Lusteau que sin ningún  pudor trataba de acaparar notas periodísticas, mientras cantidad de productores, a su alrededor, lo miraban con una mezcla de indiferencia y desinterés, como si el ex funcionario no hubiera sido la cara visible de la  controvertida Resolución 125, que pretendía imponerle retenciones móviles (en realidad, más retenciones) al campo. Ni un silbido, ningún gesto de reprobación, ningún pedido de explicación…

Que decir de “la Piba”, la diputada Patricia Bullrich, sentada justo frente a Hugo Moyano de la CGT, su otrora archi-enemigo, ahora departiendo en forma sonriente. La misma que propuso que los productores agropecuarios paguen un  “bonus” a fin de año a sus empleados, como hacen las industrias. La misma también que intentaba colocar relojes marcadores de horario en el campo, como se estila en algunas empresas urbanas.

Nada se puede agregar sobre el propio Moyano. ¿Acaso no era el que, en su etapa oficialista,  llevó a cantidad de gente de su gremio de transportistas, para “quebrar” los cortes de los productores por la 125?. El mismo que sitió cantidad de empresas para presionar el traspaso de su personal al gremio que el mismo preside?.

La única reprobación, y ni siquiera en “directo”, fue de Elisa Carrió que justificó su ausencia a la muestra porque habían invitado a Moyano.

Y no es que alguien no tenga derecho a cambiar, pero al menos, tendría que haber algún mínimo reconocimiento de los errores y los daños causados…

Pero no fue lo único sorprendente. Tal vez bastante más que en otras oportunidades, el más amplio abanico político (excepto, obviamente, el oficialismo) se hizo presente en la muestra.

Ninguno de ellos se interesó, sin embargo, por guardar aunque sea las formas, y averiguar los problemas o la situación de muchas actividades del sector. Como desesperados corrían hacia la carpa de prensa donde siempre encuentran algún grabador amigo para hacer declaraciones.

Los más prominentes lograron, además, algún almuerzo en la refrigerada burbuja del restaurant principal.

En ese marco podría inscribirse también la actitud de gobernadores como Daniel Scioli, que hasta no hace mucho adhería fervientemente al boicot oficialista de “vacío al campo”, eso si, con impuestos más que crecientes para cerrar los números de una administración que, evidentemente, no es demasiado eficiente. Pero, a la hora de la exposición mediática, sin  ningún reparo “salta el cerco” y, muy pimpante y sonriente, corta las cintas para abrir la muestra del mismo campo al que esquilma con más y más gravámenes. Por supuesto, en esto dista de tener alguna exclusividad.

Lo más sorprendente de todo, sin embargo, no es esta actitud especulativa y poco ética de la mayoría de ellos sino, más vale, la falta de reacción de los productores ante presencias que, sin duda, en muchos casos, causaron graves daños a la actividad, porque votaron temas negativos (por ejemplo, los aumentos casi continuos de retenciones hasta 2008);que por acción u omisión, avalaron medidas inéditas del tipo del cierre de las exportaciones de carne en 2006, etc., etc., etc.

Nada de eso parece tener hoy alguna entidad, o haber quedado minimamente en el recuerdo, tanto como para que, al menos, no se vuelvan a cometer los mismos errores.

Dicho de otra forma, el gran tema parece ser la falta de costo aparente que tiene cualquier acción que se tome contra la producción agropecuaria. Los funcionarios y políticos piensan mucho más antes de adoptar cualquier medida contra la industria o los sindicatos, que con la gente del campo.

La única excepción fue el 2008 y la 125, aunque el inmenso capital que logró el sector en aquel momento, se fue diluyendo en forma casi contínua hasta hoy.

Aún así, la gravedad de los hechos no pasa ni por la falta de respeto, ni por los déficits éticos y/o hasta morales de muchas actitudes oficiales. Eso puede ser materia discutible.

Lo que no lo es,  es el achicamiento de la Argentina agropecuaria, la desaparición continua de productores, el aumento de la concentración, el achicamiento de rubros clave, el retroceso del país en el mapa de proveedores de alimentos del mundo, mientras todos los vecinos siguen creciendo.

Y, más allá del orgullo, esto es tal vez lo que tendrían que comenzar a pensar los productores, es decir, hasta que punto de caída se está dispuesto a esperar antes de comenzar a exigir, de una vez,  las medidas de racionalidad productiva que la Argentina requiere con urgencia, y que lo contrario, reciba la sanción del costo político correspondiente.