Escribe Susana Merlo
Que “con una buena campaña agrícola la Argentina se salva”, es una creencia popular, bastante justificada, por cierto, aunque no demasiado científica.
Es que los factores que inciden, a favor y en contra, son muchos tanto dentro como fuera del país.
Este punto queda claro solo con ver los resultados obtenidos en la última década cuando la soja, por ejemplo, pasó de superar los 20 millones de hectáreas sembradas (campaña 15/16), a cosechar menos de 15 millones de hectáreas (sequía del 22/23), tendencia que se esperaba revertir en esta campaña 24/25, aunque todavía hay dudas sobre cuales serán finalmente las áreas para cada cultivo.
Por supuesto que el Gobierno desea (y necesita) un cambio abrupto en la tendencia bajista. Ya tuvieron un “error de cálculo” en noviembre pasado, poco antes de asumir, cuando hicieron números demasiado optimistas sobre los ingresos de dólares que podrían tener del campo este año, y le erraron fiero. Por un lado, la inesperada aparición de la “chicharrita” que se llevó 10 millones de toneladas de maíz, también el clima que, aunque mejor que en el ´22, también tuvo lo suyo y, especialmente, la fuerte tendencia bajista en los precios agrícolas internacionales que se llevaron entre U$S 150-200 promedio, por tonelada, desde el pico de cotizaciones de 2022, y que hicieron abortar finalmente el optimismo oficial.
Así las cosas, lo que parecía que serían ingresos por granos (y sus subproductos) de U$S 35-37.000 millones, ahora se calcula que solo alcanzará a U$S 29.000, apenas algo más de 5.000 millones por encima del derrumbe de la sequía 22/23, y muy alejados de los U$S 40.000 millones del 21/22 en plena pandemia. Entre 12 y 15.000 millones menos de lo que calculaba Economía, y que conforman parte de la estrechez financiera que ahora sufre el Ejecutivo.
¿Y si la historia se repite?
Es necesario destacar que por el momento, no hay indicadores de que alguna de las grandes cosechas mundiales vaya a fracasar como para tonificar el mercado mundial, al contrario. Se espera que Brasil, el gran jugador, repita una cosecha récord, y el otro player mundial, EE.UU., ya tiene prácticamente asegurada su cosecha de noviembre-diciembre, al haber pasado casi sin contratiempos el período más crítico de la floración.
Por otra parte, por el lado de la demanda tampoco se prevén mayores cambios ya que el principal importador, China, se mantendría en los altos volúmenes actuales, pero monitoreando muy bien que los precios no se le escapen.
Esto quiere decir que la Argentina queda librada a su suerte climática, y a su manejo interno, y en ese sentido, si bien el Gobierno viene dando “señales” en el buen sentido, no hubo nada determinante, mucho más cuando la caída internacional, sumada a la suba de los costos internos (combustibles, sueldos, servicios, etc.) derrumbaron los márgenes hasta hacerlos directamente negativos, en más de un caso.
Por el lado del clima no es mucho lo que se puede agregar después de pasar uno de los inviernos más secos de las últimas décadas, con abruptos saltos de temperatura que incluyeron olas de frío polar, y la amenaza de alguna helada tardía aún, que pende sobre la producción.
Los pronósticos no son demasiado alentadores pues, el actual clima “neutro”, como lo califican los meteorólogos, sería seguido por un corrimiento de la Niña (seca) para el último trimestre de este año, y el primero del 2025…
Lo que parecen no tener muy claro algunos funcionarios, es que “lo que no se siembre ahora, es lo que no se va a cosechar el año próximo” (justo en pleno período electoral de medio término), y por eso también los rumores de que las retenciones no se tocarían hasta el 2026, más que malhumor, causó una gran decepción entre la gente del campo.
A partir de ahí queda entonces solo el clima, y parece demasiado poco para alentar una siembra mayor a la de estas últimas campañas, e invirtiendo al máximo en los insumos clave para no desperdiciar una sola oportunidad.
Así las cosas, casi se podría apostar doble contra sencillo que, con suerte, la próxima cosecha va a volver a ser mediocre, lejos del potencial, y con unas 130 millones de toneladas, que podrían dar lugar a ingresos agrícolas por exportaciones entre U$S 30-32.000 millones que el gobierno solo podrá compensar con mayores exportaciones mineras y energéticas.
Excepto, claro está, que suceda algo extraordinario que impulse los precios internacionales a los niveles del 2022….
Esta vez, la cosecha parece que no salvará a la Argentina, porque tampoco dejaron crecer a la producción con medidas concretas más allá de las “señales”…..