Escribe Susana Merlo
Después de la feroz paliza que significó la prolongada sequía, pero más especialmente durante el último ciclo, y que le pegó en la línea de flotación al principal sector productivo del país (el que genera dólares “genuinos”), la Argentina tiene que salir a producir más, muchísima más riqueza, para compensar.
Es que en la campaña que está terminando las pérdidas se siguen multiplicando, ya se estiman por arriba de los U$S 25.000 millones, de los cuales, unos U$S 20.000 millones corresponden a la producción de granos. A esto se suman leche, frutas, carne vacuna, ovinos, miel, etc. A partir de allí, el poder de multiplicación se genera en el interior con el movimiento de estas mercaderías.
Por supuesto que las visiones son distintas, según se trate del Gobierno, de los productores, o del público en general.
En el primer caso, la primera gran división es, si se trata del Gobierno actual, que necesita ingresos de divisas ya, para lo cual está poniendo en marcha el nuevo Plan Dólar-agro, que ésta vez alcanzará a todos los productos, y con el que espera recaudar unos U$S 10.000 millones adicionales en los próximos 3 meses, aunque la cosecha se ubique por debajo de las 100 millones de toneladas. Y, si se trata de la próxima administración, todavía están discutiendo sobre quienes serán los candidatos, pocos/ninguno, están pensando que las arcas van a quedar vacías y, peor aún, con deudas, y que sino se hace algo ahora, el año próximo también va a ser muy magro en los ingresos.
Claro, este es un tema inédito. El campo siempre aporta. Casi nunca se le da, o se lo compensa.
Por el lado de la población en general, si bien conocen que hubo sequía, granizos, etc., no tienen dimensión alguna del daño que causó y, mucho menos, en como los afecta a ellos. Apenas un esbozo con algunos precios (huevos, verduras de estación, frutas) que “desaparecieron” con el calor, o los precios se triplicaron en pocas semanas, pero nadie les dijo hasta ahora que esto recién empieza, y que la profundización repentina del empobrecimiento del país, va a golpear a todos los sectores más de lo que ya están sufriendo.
Finalmente viene la parte de los productores, frustrados por una seca casi sin precedentes, que los hizo perder buena parte, o todo, lo que invirtieron en el ciclo 22/23, y la mayoría de ellos ni siquiera va a recuperar parte de lo invertido (unos U$S 14.000 millones, solo para la siembra de los cultivos anuales -granos).
Endeudamiento y descapitalización. Mal cóctel.
Y, si bien la decisión de producir está latente, ¿cómo se hace?, ¿con que se hace?, preguntas que hasta ahora las autoridades de turno no contestan, y los legisladores tampoco.
¿Cuál es el verdadero plan de emergencia para una situación como está?.
No lo hay, como tampoco lo hubo el año pasado cuando se quemaron más de 2 millones de hectáreas en el norte, y no estaban previstos aviones hidrantes, ni siquiera mochilas de agua para los voluntarios.
Si no fuera tan grave , casi parecería un chiste, que las propuestas anunciadas hasta ahora, en el mejor de los casos, sean de unos cientos de millones, cuando las pérdidas son de “miles de millones”.
Peor aún, ante los déficits que ya presentan la mayoría de las áreas, y que se van a agravar paulatinamente, ni quiera parecen dispuestos a otorgar los beneficios estipulados, que van llegando con cuentagotas, mientras que en otros frentes se agravan, como lo que está ocurriendo con los agroquímicos y fertilizantes, frenados por la falta de dólares para importarlos. ¿Supondrán los funcionarios que se puede pensar en volver a la producción sin los insumos básicos?. Varias multinacionales (Cargill, Bunge, etc.) ya anunciaron que discontinúan este rubro por esa causa.
La AFIP es un caso aparte, pues desde hace tiempo intenta no resignar un peso de la recaudación aunque, como ahora, no lo va a tener. Es que difícilmente se puedan pagar los impuestos si no hay producción, y por ende ventas, y por lo tanto, no se generan ingresos. La postergación de los pagos está contemplada hasta en la mala Ley de Emergencia actual, pero los diferimientos siguen sin salir.
Y, para dar una idea de la cuestión, en la actual campaña 22/23 se cosechó apenas el 50% del trigo que se esperaba, o sea, unos 11,5 millones de toneladas. Se sabe que Argentina podría obtener, con buen clima, unas 27 millones de toneladas, lo que podría ocurrir ahora en el ciclo 23/24 que comienza en dos meses.
La pregunta que los actuales, y los que podrían venir no contestan es: sin plata; sin agroquímicos, sin fertilizantes…., ¿cómo creen que se pueden lograr, siquiera, los 11 millones que dejó la seca??