Escribe Susana Merlo
No se trata de una amenaza sarcástica. Ni siquiera es una advertencia. “Todavía falta lo mejor…” es, apenas, un dato objetivo de la realidad.
Aunque para los sufridos ciudadanos argentinos, la generalización de la crisis es relativamente reciente, en el caso del campo, es una penosa continuidad que, por distintas razones, lleva más de 20 años.
En ese lapso, todos los países vecinos crecieron, multiplicaron su producción, pero la Argentina se estancó, retrocedió, y esto a pesar de haber estado sometida, a favor y en contra, a los mismos grandes procesos climáticos de todos los restantes en la región, o a iguales avatares de los mercados internacionales. También el resto sufrió la pandemia del Covid, o la Guerra del Mar Negro; la tensión alcista por el petróleo, luego su desplome, y ahora otra vez el fortalecimiento del barril.
Todos, más o menos, atravesaron por las mismas grandes circunstancias, pero mientras Argentina se sigue destruyendo, soportando una inflación ahora descontrolada, cayendo en insólitos porcentajes de pobreza e indigencia, el resto de la región crece…, ¡y mucho!.
Es evidente que la política interna es el gran diferencial que provoca resultados tan opuestos, en uno u otro caso, incluso considerando las condiciones generales bastante menos favorables en clima, tipo de suelo, cantidad de población, o accidentes topográficos de prácticamente todos los vecinos.
Y, aunque la mayoría de los argentinos lo único que quiere ahora es que termine la campaña proselitista, que se vote de una vez, que cambie el gobierno en diciembre, y que se pueda volver a trabajar con alguna forma de tranquilidad, lo cierto es que el final de esta etapa no va a ser tan suave, y que el nuevo período va a ser también muy difícil pues el país deber salir de un pozo muy profundo, y no es seguro que la nueva Administración sea capaz de llevar semejante proceso adelante; si estará capacitada para hacerlo, o volverá a ser otro intento fallido, y el futuro será otro escalón más abajo…
Pero el campo tiene un peso extra adicional. Por un lado, es de los pocos sectores capaz de una reacción positiva relativamente rápida. La maquina de producir está un tanto anticuada, pero bastante entera; y existe sobrado know how sobre como hacer las cosas…. “bien”!.
Sin embargo, esa rápida capacidad de reacción puede volver a determinar que recaiga sobre el campo el peso de una gravosa política impositiva que no le permita reaccionar, o invertir lo suficiente para revertir la tendencia declinante que se trae, a pesar de los fantásticos avances tecnológicos que aparecen a diario y que son, en definitiva, los que impiden que la caída productiva sea mas estrepitosa.
Después de todo, hay muchas y abultadas cuentas que pagar, dentro y fuera del país, ¿y quien va a aportar esos fondos si no es la agroindustria?.
Por otra parte, ¿quién puede ofertar alimentos “baratos”, que permitan mantener salarios exiguos, al menos, hasta que la política permita comenzar a despegar la economía doméstica?. Claro, eso siempre y cuando el nuevo equipo de Gobierno, acierte con la fórmula elegida…,(lo que tampoco es seguro).
Pero además hay otro término de la ecuación negativo para el sector, que es la descapitalización que debió soportar estos últimos años, en parte, por la fuerte extracción fiscal; por la quita artificial de ingresos por manipulación de los mercados domésticos; y también por la caída productiva debido a tres años consecutivos de sequía (hasta ahora).
Y, si algo faltaba es la demora que se está produciendo en la anunciada llegada de “la Niña” (período climático húmedo), está alejando aún más la chance de lograr en este ciclo 23/24, un volumen de producción que compense parte de las pérdidas anteriores, pero también la baja relativa que se está produciendo en los precios internacionales de carne, granos, leche, etc., debido a que la economía mundial se desaceleró fuertemente, y no recupera aún el ritmo del 2020, pre pandemia.
Sin duda el pronóstico no constituye un canto de optimismo, pero los productores son realistas y pragmáticos. Saben que deben resistir, y para lograrlo deben ser muy cuidadosos con sus planteos empresarios, por lo que seguramente evitarán las inversiones, excepto las que sean muy seguras, al menos, por clima y por precios internacionales, aunque nada les garantice que, al final, podrán acceder a esos valores.
Y es más que probable que, otra vez, se evite cualquier forma de expansión, aunque esto implique condenar a que la Argentina siga manteniendo su dilatado estancamiento por otro periodo más.
¡Lamentable pérdida de oportunidades!