El Diario de...

Susana Merlo

Una mirada distinta de la Agroindustria

 

Escribe Susana Merlo

Mientras la cosecha se encamina, sin freno aparente, a rondar apenas los 100 millones de toneladas, a pesar de los esfuerzos oficiales por mantener alto el “espíritu”, y la fe en ingresos de divisas muy superiores a los que efectivamente va a haber, los distintos sectores recalculan rápidamente los daños y las acciones para tratar de atenuar las pérdidas que ya son irreversibles.

Es que el achicamiento que comienza a registrarse en la economía, particularmente notable en el interior del país, alcanza a todos los rincones, no solo agropecuarios.

Así, la cuenta incluye no solo 25-30 millones de toneladas de granos, lo que ya de por si implica un millón (1.000.000) de viajes de camión menos, y lo que eso representa  en personal, combustibles, lubricantes y servícios, sino también está sumando otras pérdidas como las de pasturas, los verdeos que no pudieron sembrarse, el “achicamiento” de los campos naturales sancochados por el calor, los daños en fruticultura, y el aumento de los costos de producción en rubros como lechería, carne vacuna, porcinos, aves y huevos, etc.

El hecho, además, de que no se conozca aún el “piso” productivo, ya que si bien las lluvias a partir de ahora no disminuirán los daños, pero podrían sin embargo evitar más pérdidas, hace que en las empresas  se “levante rápidamente el pie del acelerador”, y se vayan frenando inversiones que estaban decididas, al punto que en maquinaria agrícola se calcula que hay un retroceso de casi 30% respecto a las ventas que se preveían. También los proveedores de insumos como agroquímicos, semillas, o fertilizantes, empezaron a replantear la campaña para afrontar lo que viene.

Contrariamente a lo que ocurre en otros rubros, buena parte de la plata que entra cada año en el campo, se reinvierte para la producción del ciclo siguiente, en mejoras de estructura, y en actualización del parque de máquinas y vehículos.

Y cuando hay menos dinero circulando, como ocurrirá este año, no solo se achicará la producción potencial del ciclo 18/19, sino todos los otros gastos desde las inmobiliarias, hasta los viajes juveniles. Más aún, hay un ítem especial: los impuestos provinciales y las tasas municipales, que sufren especialmente en estos casos, y sobre el que los gobernadores e intendentes recién comienzan a interiorizarse.

Las deudas, bancarias y comerciales, tendrán que refinanciarse en un porcentaje alto. También sufrirán los arrendamientos.

La gran pregunta es: de donde va a salir la plata para seguir??. Es cierto que las empresas, especialmente las multinacionales, van a ampliar sus carteras de créditos comerciales para tratar de mantener sus niveles de ventas (las más chicas y pymes, en general, van a perder proporción de mercado). También los bancos tendrán que  refinanciar y algunos abrirán líneas nuevas para el campo, apostando a que la próxima campaña sea buena, y se comience a devolver lo de los dos ciclos.

A esto se le puede sumar la postergación en el pago de impuestos por las Declaraciones de Emergencia (Agropecuaria), pero aún ese paquete completo no alcanza para cubrir los costos de inversión que implicaría una campaña en plena expansión (si el clima acompañara para eso).

Y ahí la limitante viene de larga data, porque el principal problema cuando hay daños por inundaciones, incendios, o sequía de esta magnitud, es que los afectados se quedan sin capital de trabajo . Las ayudas que se prevén son escasas e inútiles. Los fondos de Agroindustria apenas rondan los $ 500 millones por año, mientras que la Ley de Emergencia solo  contempla la “postergación” de pagos de impuestos provinciales, y a la banca oficial, un verdadero “salvavidas de plomo” para alguien cuya única salida para poder seguir y pagar lo adeudado, es volver a invertir.

De ahí que el gran déficit viene de la mano del Congreso donde se sigue postergando el tratamiento en serio, entre otras, de una Ley de seguro agrícola, que abarate el “riesgo” climático del campo.

La cuenta que el gobierno no parece estar haciendo es que el costo de una inundación importante, o de una sequía como la actual es muchísimo mayor que lo que le costaría subsidiar algunos puntos de la prima de los seguros.

Más barato, más genuino, y más previsible, hasta para las arcas del propio Estado que, por ejemplo este año, va a recibir otro golpe, tanto por el lado de los ingresos por retenciones de la soja (unos U$S 1.500 millones menos), como por la menor cantidad de divisas de exportaciones muy inferiores a las calculadas, y cuyos precios comparativamente mayores, distan de poder neutralizar la baja del volumen.

Tal vez, antes de entrar nuevamente en etapa electoral, el Congreso tenga tiempo de abocarse a alguna de estas cuestiones.

 

 

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