Escribe Susana Merlo
No ocurre con demasiada frecuencia pero, al menos cada 4 años, se pone de moda el “campo”, como algunos prefieren llamar a esa amplísima franja geográfica que excede la media docena de grandes urbes encabezadas por la Capital Federal, y que genera todo el alimento que se demanda internamente, además de volúmenes variables que se exportan y que dan lugar al principal ingreso de divisas “genuinas” que tuvo, tiene, y probablemente tendrá la Argentina durante muchos años más.
Pues bien, semejante sector, envidia de muchísimos países (tantos, que son solo 11 los que logran el autoabastecimiento total) solamente es considerado a la hora de los manotazos impositivos en los que recurrentemente caen los sucesivos gobiernos, debido a su incapacidad para manejar bien la economía, o por sus excesos de demagogia y/o populismo que los lleva a gastar mucho más de lo que se genera.
Hoy, tanta es la pulseada en la que se cayó, sobre todo desde mediados de agosto, después de las PASO que, si hasta allí habían comenzado a incluirlos en las rondas de conversaciones, y “recibían” a entidades y dirigentes, en las últimas semanas son los candidatos los que solícitos, “visitan” a los productores en sus ciudades y organizaciones. Ninguno de los principales contrincantes está dispuesto a ceder un centímetro de espacio, ni a perder un solo voto.
Sin embargo, lo llamativo es el discurso y la predisposición que muestran en cada lugar. Están receptivos, dicen lo que la audiencia quiere escuchar, plantean comisiones, mesas de trabajo, y volver a analizar cosas que se les pidieron durante años, o que no hicieron cuando eran gobierno (más vale, todo lo contrario).
Se dedican a acallar y a sacar de escena a los rupturistas, díscolos, o extremistas de las propias filas (que también abundan), y la sonrisa está siempre a flor de piel. Prácticamente no hay discensos… Los políticos se transformaron en vendedores perfectos, dispuestos a prometer lo que el cliente (en este caso el campo), quiere comprar. Después vendría lo de “cumplir”, pero eso es otro capítulo.
Obvio que los productores casi no creen en este tipo de conversiones. Las vieron demasiadas veces, y fueron casi la misma cantidad de oportunidades en las que fueron decepcionados, pero también les queda en claro que los pretendientes saben muy bien lo que habría que hacer. La respuesta sobre porqué, después, no lo hacen, es otra cuestión.
Pero en todo caso, el asunto es que “el campo” lo único que quiere es producir más. Y además es de los pocos sectores que invierten internamente la casi totalidad de lo que obtiene. La gente del sector no entiende porqué los candidatos cuando acceden a los cargos, sean del nivel que sean, se olvidan de todo, y solo los buscan para aplicarles más impuestos que lo único que logra es restarles capital de trabajo.
Menos entienden que esa cantidad de recursos, muchas veces, se desperdicia en ineficiencias administrativas por la absoluta falta de creatividad para generar nuevas alternativas, o se deriva a herramientas para mantener cautiva a porciones crecientes de votantes, sin cambiar los planteos estructurales de fondo.
Alguien de afuera, que no conoce el país y su idiosincrasia, podría pensar que si hay un sector absolutamente eficiente, capaz de competir aún en las condiciones más desfavorables, y que históricamente fue el encargado de ¨sacar las castañas del fuego”, tendría que ser el más cuidado para que exponga su potencial al máximo, ya que debería constituir la gran locomotora que arrastra al resto.
Sin embargo, salvo lapsos relativamente breves, más vale se trató de no darle de comer, y hasta sacarle las plumas a la gallina de los huevos de oro.
Se le aplicaron todos los castigos, además de las fuertes cargas impositivas, vía intervenciones en los mercados, restricciones, inseguridad en las reglas de juego, hasta en temas tan básicos como la propiedad privada e, incluso, destrato.
Planeamiento estratégico ni hablar, definir que tipo de país se quiere y como lograrlo, menos aún…
Y la demostración más contundente de esto está dada por la evolución que registraron los países vecinos en las últimas décadas, mientras la Argentina se mantuvo prácticamente estable, o en retroceso (aunque los voluntaristas quieran disfrazar de boom y récord cifras que, en realidad, no lo son).
Por caso, el volumen de 147 millones de toneladas de granos de la última campaña (que ni siquiera se va a poder repetir en la próxima), a esta altura debería ser de 160-165 millones de toneladas por lo menos. En ganadería, por su parte, en los 60-70 la Argentina y Brasil tenían el mismo rodeo vacuno: unas 60 millones de cabezas. Hoy, Argentina se encuentra por debajo de esa cifra, mientras que Brasil cuenta con 220 millones de vacunos.
En leche, incluso se retrocedió de los 10.600 millones de litros de los ´90, igual que en frutas.
¿De que crecimiento, récord o boom hablamos entonces?.
Pero por el momento, nada de eso forma parte del planteo de los candidatos, ni de los temas de discusión. Solo importa enumerar lo que se hizo (o lo que no hizo el otro), y sacarse una muy buena foto, que muestre, o que de a entender, que el candidato/a le cae simpático al sector…