Escribe Susana Merlo
“…hay que dejar de cavar…”!!!
Tras ensayar las mismas recetas, aunque con distintos Gobiernos, ya tendría que estar muy claro que la máxima que sentencia: “es imposible lograr un resultado distinto, haciendo las mismas cosas”, es lapidariamente cierta.
Dicho de otra manera, es necesario cambiar las “políticas”, además, de a los “políticos”, para llegar a salir del estancamiento en que parece sumida la Argentina, especialmente desde que comenzó este siglo XXI.
De hecho, prácticamente los únicos avances estructurales registrados en las últimas décadas son los que impone la tecnología globalizada, imposibles de detener, aún con los esfuerzos que se hacen internamente para frenar cualquier desarrollo.
La Argentina entre los primeros países de principios del siglo XX parece definitivamente perdida, a pesar de que aún cuenta casi con las mismas condiciones de ventajas diferenciales que entonces: poca población, un territorio muy extendido, buenos y variados climas, bellezas naturales, mucha agua dulce, y está alejada de las regiones con conflictos más graves de guerras entre etnias, fundamentalismos, etc.
¿Que pasa entonces?
Simplemente se dejó de tener disciplina y la sociedad abandonó la muy sana costumbre de “controlar” a sus representantes que, lentamente (o no tanto) fueron perdiendo el respeto a la sociedad que representaban, y comenzaron a buscar el poder por el poder mismo y, obviamente, también para enriquecerse en muchos casos.
La ausencia de sanción, jurídica y/o pública, hizo el resto y así como hoy es posible cruzarse con ex funcionarios o legisladores que sin ningún rubor florean estándares de vida muy por encima del que tenían antes de la función (por no hablar de otros que nunca dejaron el sector público y son injustificadamente ricos, aunque sus sueldos en el Estado no lo explican), también es moneda corriente que nadie se haga cargo de las pérdidas generadas en el país por incompetencia o, directamente, por desidia.
Como sociedad eso ya no se castiga.
Lo ocurrido en estos últimos días en el sector agropecuario es un ejemplo indiscutible.
Solo mencionando la vuelta al impuesto más retrógrado y desalentador de la producción como son las retenciones, apenas eliminadas en la década del ´90, indica que no importa que supuesto partido esté en el Gobierno, ya que todos apelan a los mismos instrumentos, en parte porque son fáciles, y en parte también porque ya no hay casi principios. ¡Ni hablar de la desaparición de las plataformas programáticas!!.
Así también los “errores humanos”, que llevaron a este estancamiento actual, pero que además incluyó la pérdida de alrededor de 80.000 productores en casi dos décadas, ni siquiera merecieron hasta ahora un acto de constricción de parte de los responsables de turno.
Se podría hacer una cuenta bastante fácil de lo que significó la caída del área triguera a sus niveles más bajos en 100 años; o lo que hoy mismo representan las más de 6 millones de cabezas vacunas que aún no se recuperan de las 12 millones “perdidas” hace 10-12 años atrás; o las más de 4 millones de hectáreas que se dejaron de hacer de soja, todo en buena medida, por el fuerte desaliento de la producción por políticas erróneas, pero de las cuales nadie se hace cargo ahora.
Peor aún, se repiten.
Argentina se quedó con apenas 6-7.000 tambos, y otros tantos productores frutícolas.
Desaparecieron cantidad de rubros de producción, y no solo porque cambió el mercado internacional.
Hay más de 10 provincias que casi están “fuera” del mercado solo por no poder competir con los fletes a puerto y nadie se rasga las vestiduras por esto, ni siquiera sus gobernadores que prefieren mendigarle a la Nación, que hacerse cargo de sus propias posibilidades -y responsabilidades-. Son los que a partir de administrar mal y defender peor los recursos de sus distritos, solo se les ocurre aumentar los impuestos para cerrar las cuentas en rojo de su ineficiencia; y le imponen a la producción que los “mantenga” en estas condiciones cada vez más extractivas..
Difícil, por no decir imposible, lograrlo cuando en lugar de aliento y condiciones estables y claras para trabajar a mediano y largo plazo, todo se circunscribe al manotazo en el momento, sin medir siquiera el daño posterior que se causa.
Hoy se sabe que la producción de granos de este año va a ser menor que la del año pasado (aún con la mejora climática de las últimas semanas), y que el “récord” de exportaciones de carne vacuna (más del 50% a China) no se va a volver a repetir, y no por una política de Estado que impida la exagerada matanza de vientres como la que se dio durante todo el año pasado, sino simplemente porque los chinos comenzaron a comprar menos, incorporaron otros orígenes y, especialmente, bajaron fuertemente los precios que están dispuestos a pagar.
En este 2020 se va a producir globalmente menos que el año pasado, y solo los fuertes avances tecnológicos están evitando que la caída sea más pronunciada. En todo caso, el país se aleja cada vez más de sus verdaderas posibilidades.
Y eso, seguramente seguirá así mientras se siga sin tener un plan estratégico país que proyecte las próximas décadas seriamente, y que no se reedite la cultura de premios y castigos que marque otra vez la diferencia.