Escribe Susana Merlo
Eureka (en griego, “¡Lo he descubierto!”) es una famosa interjección atribuida al matemático Arquímedes, utilizada hoy en día como celebración de un descubrimiento, hallazgo o consecución que se busca con afán. La historia cuenta que la pronunció tras descubrir el que ahora se denomina Principio de Arquímedes, que establece la relación entre el volumen de un cuerpo sumergido y la fuerza de flotación que este experimenta. Esto le permitió resolver el problema que el rey tirano Hieron II le formuló en relación a la pureza en oro de una corona. Este hallazgo lo habría realizado mientras se encontraba sumergido en la bañera, y tal fue su alegría que salió corriendo a las calles de Siracusa desnudo gritando ¡Eureka! (‘¡Lo he descubierto!’). Wikipedia
Si bien prácticamente ningún tema (excepto la pandemia y sus consecuencias) parecen perdurar más de una semana en el eje de la atención pública de los argentinos, la sorpresiva irrupción del plan agroindustrial en la arena política hace menos de dos meses atrás fue, además de inesperada, desconcertante. De la mano de un rimbombante Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), reedición aggiornada de otros intentos de años anteriores como el Foro Agroindustrial, etc., la idea corrió como reguero de pólvora sorprendiendo a más de uno. Y no es que no tuviera justificativo, de hecho, se trata del sector más activo, competitivo y moderno de la producción local. Sin embargo, hasta ahora no había tenido mayor suerte a la hora de la atención oficial y, si algo caracterizó especialmente a las últimas dos décadas fue, justamente, que el campo y sus derivaciones empresarias, solo eran tenidas en cuenta a la hora de pagar más impuestos, o de aplicarles algún gravamen adicional que cubriera déficits de la imperturbable ineficiencia pública.
Pero, como suele ocurrir, esta vez la coyuntura tiempo-espacio pareció haberse alineado y los funcionarios oficiales reaccionaron rápida y positivamente a la idea, igual que cada uno de los gobernadores que fueron informados sobre el proyecto.
Es probable que haya tenido que ver el agravamiento de la crisis económica a causa de la pandemia, o la falta de ideas propias entre funcionarios que no tuvieron ni tiempo de conocerse (mucho menos de conformar un equipo) antes de que les explotara el CoronaVirus a poco de asumir; o también porque hasta el más desinformado hoy sabe que el único sector capaz de seguir funcionando con su propio “combustible”, y que hasta puede generar divisas genuinas por exportación es la agroindustria; o por una conjunción de todo esto, lo cierto es que desde que se puso el primer tímido proyecto sobre la mesa (que en ese momento eran solo enunciados, una cáscara sin contenido), todos se transformaron en “agroindustrialistas de la primera hora”, bendijeron la propuesta, y varios hasta la tomaron como propia.
Igual de sorprendente fue la reacción, hasta ahora minoritaria, de algunos sectores políticos y de entidades, fuertemente críticos de la cuestión, aunque no por los objetivos (sobre los que no se puede disentir), ni por las pocas herramientas que van trascendiendo, sino más vale por cuestiones políticas. Algunos grupos muy radicalizados de la oposición política sostienen en voz baja y en cenáculos cerrados (nadie se anima a hacerlo en público), que esta es una nueva estrategia dilatoria del oficialismo; que la adhesión gubernamental a la propuesta no es creíble, y que finalmente el gobierno va a “engañar” a los sectores empresarios que están comprometidos con un plan que, según sostienen sus gestores, apunta a aumentar las exportaciones agroindustriales (para lo cual hay que aumentar la producción) y los puestos de trabajo, con todo lo que eso conlleva.
Más difícil de entender resultan los cuestionamientos de las pocas entidades que van quedando fuera del grupo y que aducen objeciones poco consistentes como que tienen otro tipo de proyecto; o que el gobierno no es creíble, y no mucho más, en una posición que parece mucho más cercana a la de algunos políticos opositores, que a la de dirigentes empresarios que si algo tienen que hacer es escuchar a todos, hablar con todos, y tratar de conseguir algún beneficio (o evitar un daño) para el sector que dicen representar, más allá de si coinciden o no con los lineamientos del Gobierno de turno.
Así las cosas, la por ahora mediática Estrategia de Reactivación Agroindustrial Exportadora, Inclusiva, Sustentable y Federal (!!), tal el nombre dado al proyecto, va cobrando contenido con diferentes tendencias, según las “plumas”participantes. Las hay burocráticas y estatistas; las hay netamente empresarias con objetivos directos y de corto plazo; y hasta aparecen unas pocas sorpresas de visión estratégica con lineamientos de un verdadero proyecto país, que hace años que no hay en Argentina, y mucho menos, perdurable en el tiempo como se pretende que sea este, que plantea una década (´20-´30), y con estabilidad fiscal por ley.
Y, más allá de las idas y vueltas oficiales, los privados siguen trabajando aceleradamente para tener en pocas semanas más un proyecto de ley concreto que entre al Congreso, buscando su aprobación este mismo año, para lo cual primero deberá consolidarse una propuesta unificada que “atenúe” al máximo las aristas indeseadas, en especial, las estatizantes ya que si algo está claro a esta altura es que, para disminuir la presión impositiva (que es una de las claves para poder producir más), es imprescindible bajar el gasto público (menos Estado y más eficiente), y volver al recorte del famoso “Costo Argentino” en todas sus variantes, abandonado hace más de 20 años.
Se podrá lograr?.
La respuesta es un gran enigma. De hecho, mientras muchos de los más altos funcionarios respaldan públicamente la propuesta, otros van en sentido exactamente contrario y crean nuevas empresas públicas (Caso Hidrovía), o proponen más nuevos impuestos (Ejemplo, Afip-Mercedes Marcó del Pont).
Sin embargo, es la primera vez en décadas (salvo en los ´90), que la agroindustria no es vista por el top de la burocracia pública como un enemigo y/o solo una fuente de recursos fiscales; y con que se logren aunque sea dos o tres de la media docena de leyes que están en danza en la propuesta, ya sería un gran paso adelante para la producción, que requiere con urgencia de previsibilidad y de algunos alicientes para poder intentar algún incremento productivo, aunque sea mínimo.