Escribe Susana Merlo
Lejos de una alusión a sendas féminas; o a alguna opción tal vez un tanto folclórica de vaya a saber qué, el planteo se refiere a las dos fuerzas más poderosas que hoy están rigiendo la suerte y el futuro de la agroindustria local.
Igual de fuertes, y también de peligrosas.
De hecho, la irrupción volcánica del gigante asiático en el mercado mundial, que hasta ahora no parece tener techo, conmovió los cimientos mismos del comercio, y con la fuerza de sus más de 1.500 millones de habitantes, de su crecimiento ininterrumpido, y de su apertura económica, fue cambiando hábitos y estilos, imponiendo simultáneamente sus gustos y condiciones.
Argentina, aunque había comenzado a prepararse ya en los ´90, no podía estar lista para semejante coloso, y lo sufrió el año pasado cuando sobre los últimos meses repentinamente los chinos se retiraron del mercado de carne vacuna, en el que venían arrasando con todo lo que se le ponía delante; le suspendieron las prefinanciaciones a sus propios importadores, y hasta se dieron el lujo de dejar varios buques cargados flotando a la deriva en algunos de los mares, sin destino definido.
También hubo un baño de realismo cuando ante la aparición de un brote de Peste Porcina, liquidaron un tercio de su piara (más de 200 millones de cabezas), para terminar con la enfermedad y volver a comenzar la producción de su principal proteína de consumo.
Se volvió a tomar conciencia de esa potencia asiática en los primeros meses de este año cuando la enfermedad originada justamente en una de sus provincias por el Corona Virus, al margen de generar la primera pandemia del siglo XXI, “paró” el comercio internacional y lo dejó unas semanas stand by hasta que paulatinamente fue recomenzando la actividad, adaptando las condiciones a la nueva realidad.
El hecho es que en materia agroindustrial, el crecimiento económico chino que ya lleva varias décadas, implica el ingreso a la clase media de cientos de millones de personas por año, que lo primero que hacen es comenzar a comer más y mejor….
La demanda de alimentos tensó la cuerda internacional y todo comenzó a moverse al ritmo que ellos marcan, con su poder de compra (en general alto), y con la fuerza imparable de volúmenes que hasta parecen ilimitados. La única restricción es la que ellos mismos imponen, por ejemplo en precios, pero para que no les desborde la inflación, no porque no puedan pagar más. Los ejemplos abundan, como el de la carne de vaca que prefieren a la de novillo, pero que casi la pagan al mismo nivel; o los U$S 120 más por tonelada que le pueden aplicar al maíz comprado afuera, respecto al que tienen en la plaza local, y así sucesivamente.
Nadie se puede negar a tanto.
Sin embargo, el riesgo no es menor. Por caso, hoy China representa más del 70% de las exportaciones totales de carne vacuna local y, por ende, su poder comercial es enorme, y directamente proporcional a la dependencia que le genera a la Argentina en ese mercado.
Cuando entra China en un mercado, aún en Estados Unidos, conmociona las bases mismas de esa plaza como ocurrió recientemente cuando en unas pocas horas compró cerca de un millón de toneladas…¡de sorgo!, convirtiendo a este grano en la estrella de la temporada, algo impensado a principios de año.
Aprender a negociar con semejante gigante no será tarea fácil, y encontrar los mecanismos de cobertura para semejantes volúmenes menos….
La otra gran fuerza que desvela a los productores locales en esta temporada es mucho más cercana, más conocida, y definitivamente ingobernable: el clima.
Después de un otoño-invierno seco, que ya definió un recorte de al menos 4 millones de toneladas de trigo, por debajo de lo que se esperaba al comenzar la campaña 20/21, ahora las perspectivas más generalizadas hablan de una Niña (como se conoce al proceso que genera seca en esta parte de Sudamérica) que, aunque tal vez suave, se puede prolongar hasta el próximo otoño, lo que seguiría afectando la evolución de los cultivos de verano como el girasol, el maíz, o la soja, siempre más rústica y con mayores márgenes.
Por supuesto que los precios internacionales fortalecidos, van a compensar buena parte de las pérdidas (para el país, y para los productores que logren cosechar algo), y siempre y cuando la situación climática no se agrave demasiado, pero los volúmenes totales de las exportaciones van a registrar un fuerte retroceso, partiendo de una cosecha que se podría ubicar en no más de 120-122 millones de toneladas.
Si a este escenario se le agregan entonces los condimentos locales, como la inestabilidad, la inseguridad jurídica, las marchas y contramarchas oficiales, la irrupción de nuevas medidas (muchas veces descolgadas del resto), etc., entonces se podrá concluir que la producción agropecuaria ya pasó a reportar en el grupo de las actividades insalubres, y de altísimo riesgo…