Escribe Susana Merlo
Es lo que se dice, en idioma de la calle, para referirse a la mala suerte: “llueve sopa, y yo con un tenedor en la mano!!!”….
Pues este sería el caso hoy de la Argentina: Con precios internacionales para sus principales productos de exportación considerados extraordinarios (por lo altos), pero con relativamente poco para vender (por la seca y porque no crece), y con una proyección de área de siembra similar para el año que viene excepto, tal vez, en el trigo.
El país está prácticamente estancado en su producción global desde hace más de 10 años, y poco importaron las condiciones climáticas, o los precios internacionales, ni siquiera la fuerte corriente de demanda de alimentos que comenzó hace alrededor de un lustro, con el último despegue económico de China que termino arrastrando a todos los mercados.
Entonces, ¿que fue?
Simple y llanamente, la inestabilidad económica, la inseguridad jurídica, la falta de regla de juego claras, o los embates contra la propiedad privada, entre otras cosas.
Por eso, mientras hasta nuestros vecinos, como Uruguay o Paraguay, crecían sostenidamente transformándose, incluso, en exportadores, Argentina seguía perdiendo mercados que sistemáticamente ocupaban los socios del Mercosur. Hasta Brasil, sin dudas un gigante, se transformó en uno de los más importantes exportadores de alimentos, incluyendo la ¡carne vacuna! que logró transformar en muy poco tiempo el cebú magro, en cortes de primera para los principales mercados internacionales, donde antes habían estado los, hasta ese momento, “inigualables novillos de las increíbles pampas argentinas”.
No hace falta hablar de Chile que en algo más de dos décadas a principios de este siglo XXI, ya había logrado insertarse en el mundo como proveedor de vinos, frutas, conservas, o pescados, ya que su geografía de pequeños valles entre la montaña y el mar, le impiden producciones extensivas. Así sustituyeron, con creces, la caída de los ingresos del cobre.
El tren ahora vuelve a pasar.
Con China como locomotora, salvo algún “cisne negro”, desgraciado hecho fortuito, se estima que al menos en los próximos 4-5 años, la demanda de granos y derivados (pellets, harinas, etc.), va a continuar muy firme, pero también la carne, la leche, y hasta las frutas.
Es más, con el paraguas del ambientalismo, y la creciente presión social, también la transformación de los vehículos a híbridos, y luego directamente a eléctricos, está imponiendo una demanda extra de granos, como el maíz y la soja, y también de caña de azúcar, para transformarlos en biocombustibles que, aunque imperfectos, contaminan mucho menos que los combustibles fósiles; y que consolidan más aún la demanda de este rubro.
Pero, ante esta realidad, ¿Qué viene haciendo la Argentina y, por lo que se ve, va a profundizar en el corto y mediano plazo?
Pues exactamente lo opuesto a lo que se necesita para liberar la potencia productiva local. Más vale, la está “amordazando”.
Retenciones (impuestos a la exportación), impuesto a la riqueza; leyes para impedir la adquisición de tierras por parte de extranjeros; subsidios/reintegros para los combustibles fósiles (vs retenciones para el campo); cepos a los mercados de todo (desde el dólar, hasta los precios al consumo, pasando por restricciones a la exportación), etc.
Este combo ya determinó que, a pesar de las cotizaciones, la Argentina hoy tenga un stock ganadero menor al de 1970, o que la cosecha de granos solo ronde los 125- 130 millones de toneladas cuando, tecnología mediante, ya debería haber superado holgadamente las 160 millones de toneladas. Sigue cayendo el volumen de frutas (y más aún, la cantidad de productores), mientras la lechería sigue estancada en alrededor de 11.000 millones de litros como antes del 2.000.
En medio, según el Censo Agropecuario de 2018-19, solo quedan alrededor de 220.000 productores, unos 70.000 menos que el registro anterior.
Para los países que enfrentan problemas agroclimáticos para producir alimentos, un verdadero desperdicio de posibilidades, de conocimiento, y de ¡¡riqueza!!.
De acuerdo a datos del especialista Gustavo López, las cotizaciones actuales de la soja “ganaron” en los últimos 8 meses, U$S 190 por tonelada ( + 58%), pero la cosecha actual será 14-15 millones de toneladas menor a la de hace 6 años atrás (14/15).
En maíz, por su parte, la diferencia de cotización desde agosto pasado a la fecha es de U$S 81 por tonelada (+ 62%), pero la cosecha será casi 10 millones más chica que el año pasado.
También la leche está ahora a U$S 4.000 la tonelada en el mundo, pero el país sigue en sus 11.000 millones de litros de producción.
Aunque lo más grave de todo esto es que, casi con seguridad, el nuevo ciclo agropecuario que está comenzando será muy similar al actual. No va a haber una fuerte reacción productiva que, al menos, lleve a la Argentina a sus máximos históricos y, mucho menos, a su verdadero potencial.
¿Hasta cuando se puede seguir perdiendo???