El Diario de...

Susana Merlo

Una mirada distinta de la Agroindustria

Escribe Susana Merlo

 

No es discutible que una de las principales formas de disminuir los costos, es la ”escala” y la Argentina, como país, no es la excepción.

Desde este punto de vista, pocos gobiernos, como este, saben lo que significa la incorporación de las nuevas tecnologías, y las ventajas de “agrandar” las empresas para comprar, y para vender mejor. En síntesis, para poder competir.

Por eso, el único sector que realmente “ya” está en funcionamiento, el campo y sus industrias derivadas, están obligados a producir más, con mayor eficiencia, y con toda la tecnología, para poder recuperar posiciones en el gran mercado internacional, y mejorar sustancialmente los ingresos del país. Pero para lograrlo, es imprescindible que los poderes Ejecutivo y Legislativo, entiendan la extraordinaria oportunidad que se enfrenta hoy, aunque en un contexto internacional poco favorable, tanto por los conflictos bélicos, como por la fuerte caída de los precios agrícolas.

El hecho es que en lo que va de este siglo XXI la Argentina productiva está estancada, a diferencia de lo que ocurrió con todos los vecinos. Lo que significa que el problema no fueron los mercados internacionales, y prácticamente tampoco el clima ya que, generalmente, las tendencias meteorológicas, son regionales, por lo que afectan también a Uruguay, Paraguay, y todo el sur de Brasil.

¿Qué queda entonces?: nada menos que ¡las políticas internas!.

A partir de 2002, cuando el tándem Duhalde-Remes Lenicov reimplantaron las retenciones “en forma extraordinaria” y por un único año, para afrontar la delicada situación socioeconómica de aquel momento, el controvertido gravamen, sumado a la estrepitosa caída que habían registrado los precios de los granos en 2001-2002, terminaron con la tendencia al crecimiento productivo que se había dado en los 10 años previos  (1991-2002) lapso en el que, por casualidad, o no, se habían suspendido las retenciones, y la producción de granos se duplicó, pasando de unos 36 millones de toneladas a fines de los ´80, a más de 70 millones poco antes de terminar los ´90.

Por supuesto que no fue única razón del deterioro sectorial. Se fueron sumando distintos tipos de controles, reapareció la inflación, desapareció el crédito, surgió la “mesa de los argentinos”, leyes regresivas como la mal llamada de “extranjerización” de la tierra (contra la inversiones externas), la “ley del fuego” que impide tocar los campos que se incendiaron por 30 y hasta 60 años (y nunca se pudo aplicar). En ese lapso nada se hizo respecto a la seguridad jurídica; ni apareció la más que postergada Ley de Semillas que proteja la propiedad intelectual, ni se modernizó la inservible Emergencia Agropecuaria; se acentuó el muy caro (y contaminante) transporte por camiones, y se perdieron casi tantos km de vías férreas como en los ´90, entre otras muchas cuestiones.

La enumeración no es caprichos. Apenas un recordatorio de lo que “no” se debería repetir si se quiere recuperar la senda de crecimiento.

Es que en este lapso de algo más de dos décadas, y a pesar del extraordinario salto tecnológico, la Argentina produce prácticamente la misma cantidad de leche que a fines de los ´90 (unos 10.500 millones de litros), aunque con muchos menos tambos y menos vacas.

También la cantidad de carne vacuna es la casi la misma 2,5-3 millones de toneladas /año, pero con un rodeo menor ya que nunca se llegaron a recuperar totalmente los 11 millones de cabezas que se perdieron  entre el primero y segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, con Guillermo Moreno en Comercio (hasta el 2013), y de Hernán Lorenzino y Axel Kicillof en Economía.

Si bien en los últimos años creció la producción de cerdos, y se mantuvo activo el crecimiento de la avicultura, no tienen proporción con lo logrado por Brasil, y contrariamente, siguió cayendo la majada de lanares.

El caso forestal es aún más elocuente pues, aunque cuenta con más de 21 millones de hectáreas ¨forestables”, apenas sigue ocupada poco más de un millón, y se perdieron mega inversiones internacionales, por “irregularidades” imperdonables. El caso Botnia, que finalmente se radicó en Uruguay en el ejemplo más claro que, además, demostró que Argentina era capaz de incumplir tratados internacionales (como el del Mercosur), impidiendo el tráfico y el tránsito por pasos internacionales, como entre Gualeguychú y Fray Bentos, que estuvo cerrado durante “ 5 años” (2005-2010) por aquel conflicto, y del que participaron hasta supuestos dirigentes ruralistas locales que siguen rondando.

Argentina presenta, además, la ventaja de índices de crecimiento de la mayoría de las especies forestales, muy superiores a la media de otros países, lo que la hace particularmente atractiva para la producción de una gran variedad de maderas, no solo las celulósicas.

Tanto Brasil, como Paraguay, y Uruguay cuentan con proyectos e inversiones, por ejemplo, para pasta celulósica, que oscilan entre U$S 3.000 y 5.000 millones cada planta, pero Argentina no figura en ese ranking.

Se podrían seguir enumerando opciones y posibilidades, pero no es necesario.

Es cierto que algunas condiciones externas son muy complicadas hoy (por caso, los precios agrícolas), pero la situación interna tampoco ayuda para los proyectos empresarios de producción y, si bien el país no está en situación de tener un fondo contracíclico para acudir en respaldo de la producción en momento críticos, como si los tienen Estados Unidos, o Brasil, no es menos cierto que hay medidas que el Gobierno y el Congreso, pueden tomar para incentivar a un sector que puede comenzar a dar respuestas concretas en poco más de un semestre, en forma de ingreso de dólares por exportaciones, y actividad económica en casi todo el país.

Como a principios de los 2000, también ahora los precios de los granos se cayeron, los costos aumentaron, y también se mantienen las retenciones…

Después de más de 20 años, ¿Se repetirá el modelo (y los resultados), o se cambiará??

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