El Diario de...

Susana Merlo

Una mirada distinta de la Agroindustria

Escribe Susana Merlo

 

Para la gente de campo es muy común poner la imagen del carancho para identificar y calificar las situaciones más variadas, todas negativas.

El carancho, un ave rapaz, cazador oportunista, que suele atacar a animales heridos, y carroñea con los muertos, se suele pelear con sus pares por un pedazo de comida, destroza y desmenuza a sus presas, y son insaciables.

¿Resulta familiar la imagen?

Tras ver lo que ocurrió en las últimas semanas en materia de impuestos, tanto a nivel nacional, como en varias provincias, y hasta municipios, la del carancho es la imagen que, lamentablemente, más parece asimilarse.

Sin ninguna intención oficial aparente de reducir realmente los gastos (más allá de las declaraciones al respecto), los únicos que parece que se deberán seguir haciendo cargo de seguir pagando son los sectores productivos privados.

La Nación “dibuja” recortes transfiriendo gastos a las provincias, mientras ni siquiera bajó los cargos de la supuesta reducción de 23 a 10 ministerios, ya que todos los funcionarios mantienen los lugares y sueldos. No se fue nadie. Solo el vicejefe Mario Quintana, ya que su segundo, Gustavo Lopetegui, a pesar de los anuncios, sigue también allí en la Jefatura de gabinete.

La mayoría de los gobernadores, a su vez, incapaces también de reducir nada, transfieren a los municipios, reclaman a la Nación por otras vías, e inventan más gravámenes para los ya atribulados contribuyentes.

De una forma o de otra, todos le quieren cobrar lo que sea a un tercero (en general, un aportante), sin hacer frente a ninguna reducción, ni costo político, como si el país fuera una fiesta y hubiera todavía paño para cortar.

La reducción de $ 500.000 millones que trató de enmascararse, en realidad, parecen constituir fondos que ahora deben aportar los contribuyentes, en lugar de ser disminuciones efectivas del gasto público que, por otra parte, y a la luz de lo que ya está sucediendo, de aquí en más tendería a aumentar a medida que se recaliente la campaña presidencial 2019.

Habría muchas preguntas para hacer, con las respuestas más variadas según el interlocutor, pero hay básicamente una, esencial, que debiera poder contestarse en forma muy simple.

Si semejante masa de dinero sale de los privados, ya que el sector público solo se hace transferencias de subsidios y servicios entre si, y finalmente le pasa todos los costos a los contribuyentes, ¿de donde creen los funcionarios que sale todo ese dinero??

Obvio que la respuesta es muy simple y ya se está viendo:  de la caída del consumo, del recorte de gastos (combustibles, energía, etc.), y del fuerte recorte de la producción. En síntesis, del achicamiento de la economía.

Es absolutamente natural. Si el dinero es caro, y los impuestos más aún, entonces, o se le paga al fisco, o se produce.

Según un trabajo reciente del Estudio Broda, la actual presión tributaria se encuentra entre las más altas de, al menos, los últimos 30 años, con una recaudación de más de 25 puntos del PBI.

Pero hay más,  ya que las estimaciones indican que el año próximo se llegará a 26,7 puntos “a costa de desincentivar la inversión privada con una presión tributaria récord”…

Nada que agregar.

En este contexto, y con una pérdida previa superior al 30% a causa de la aguda sequía de la campaña anterior, ¿quién puede creer que efectivamente el campo, aunque quisiera, está en condiciones de encarar  una nueva cosecha “récord” como intentan instalar  algunos funcionarios???

Directamente “no cierra”. Alguna de las dos partes miente, y hace recordar los últimos años del “cristinismo” cuando cundía la insólita creencia de que si se “inflaban” los números de las cosechas, el dólar estaba más calmo, al menos por unos meses.

Es cierto que “el campo” quiere producir pero,  en las actuales condiciones, y endeudándose más aún, la única posibilidad es volver a los niveles del 16/17, que no fueron para nada malos (considerando de donde se venía), y esperar que el clima no vuelva a jugar una mala pasada. En esas condiciones, y según calculó recientemente la Bolsa de Cereales de Buenos Aires,  y “con viento de cola”, tal vez se logren superare 120 millones de toneladas, pero bien alejadas de las más de 140 millones, al menos, muy “voluntaristas” que calcula el Gobierno.

La regla de la sábana corta es sabia: si se tira de un lado, se destapa del otro y, da la impresión, que el gobierno (Nacional, gobernadores, etc.) sigue priorizando hacer más política, por sobre la posibilidad de hacer más producción…

Y sin duda, es más fácil “caranchear” fondos ajenos, que generarlos…

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