Escribe Susana Merlo
El mundo vuelve a saludar a la Argentina, y muestra casi sin restricciones su acercamiento y voluntad de avanzar en diversas formas de acuerdo.
Nadie plantea hoy que, al menos, el mundo desarrollado quiere que a la Argentina “le vaya bien”.
Sin embargo, además de la diplomacia de salón, de las señales amistosas, y de las relaciones personales más o menos fluidas (según el caso), “volver al mundo” significa varias otras cosas.
Hay que comprometerse, y cumplir con lo pactado. Hay que mantener las decisiones tomadas, salvo errores garrafales (y no solo por el impacto político que las medidas puedan tener sobre la sociedad). Se necesita avanzar y mostrar que el país vuelve a producir. Hay que dar señales claras de lo que se quiere. Por ejemplo, si se pretende acordar con el grueso del mundo occidental, al menos, hay que respetar la propiedad intelectual, la libertad de los mercados, volver a una presión impositiva “normal”; no se puede/debe castigar a las inversiones, y otra media docena de definiciones básicas, casi elementales, que “muestren” lo que el país realmente busca.
Y, como si fuera poco, si además de lo diplomático, se espera mejorar los niveles de comercio con muchos más países, primero hay que definir lo que se quiere vender, hacer un plan, y ponerse a producirlo….
¿Elemental?. ¡Si, por supuesto¡
No hay demasiadas dudas acerca de que lo que mejor hace la Administración Macri son las relaciones internacionales.
Tan básico que parece mentira tener que volver a explicarlo. Un ejemplo muy claro es, por caso, el T60 (Trigo 60), objetivo de la cantidad mercados que se busca recuperar en trigo cuando en la década del ´90 ya se había superado ampliamente esa cifra de destinos.
Más notable aún es el caso de la carne vacuna, en la que se recuperaron varios mercados que se habían perdido por cuestiones sanitarias (Ej. el de Estados Unidos), otros por nuevas negociaciones (como la Cuota 481 a Europa, la carne a China, etc.), y ahora hasta se habla de comenzar a vender hacienda en pié para acceder a nuevos clientes demandantes, o limitados por varias razones (falta de red de frío, por ejemplo), igualando así a Australia, o Uruguay, entre otros, que ya tienen desarrollada esa opción.
Sin embargo, nadie parece recordar que la Argentina hace más de 10 años que ni siquiera puede cumplir con la famosa Cuota Hilton, de cortes de gran calidad (y precio) para la Unión Europea, sin aranceles. Tampoco se dice que Argentina “nunca” cumplió con la Hilton ovina, a pesar de los precios muy superiores que tiene respecto al mercado local.
Después de años se sigue sin Ley de Semillas que proteja las obtenciones vegetales; se mantiene un impuesto retrógrado como las retenciones (lo que provocó la sanción de Estados Unidos, y ahora se espera la de la Unión Europea, por competencia desleal contra las exportaciones de biocombustibles). La muy extraña Ley de “Extranjerización de la Tierra”, de la Administración Kirchner, que restringe la compra de tierras por parte de extranjeros, hasta ahora no fue corregida o directamente derogada por el Gobierno actual, ajustando la ley a la mismísima Constitución Nacional, etc., etc., etc..
Los ejemplos son infinitos y variados, pero el eje de la cuestión es que las inversiones, propias o de capitales externos, parecen ser riesgosas aún en la Argentina, y no se exporta más porque no se crece lo suficiente en producción, porque el país sigue siendo poco competitivo por el muy alto “costo argentino” y, especialmente, porque se mantienen fuertes restricciones para vender al exterior que van desde problemas de estructura, operativos, hasta lo financiero.
Como en otros tiempos, hoy vuelve a ser más atractivo, y mucho menos riesgoso, operar/especular en el mercado financiero, que invertir en producción, y eso se siente.
Y, si bien en este último cuatrimestre se vienen desacelerando fuertemente las importaciones, a causa del proceso recesivo que vive el país, igual no habrá un “salto” de superávit comercial, debido al “estancamiento” relativo que vienen sufriendo las exportaciones.
Dicho de otra forma, si se achica el déficit comercial que se proyectaba para este año en más de U$S 10.000 millones, a unos U$S 6.500 millones, no va a ser por el virtuosismo del crecimiento de las ventas al exterior, sino por la caída de las compras y eso, lamentablemente, en general solo significa que la economía “se enfría”, y que se dejan de comprar materias primas y bienes intermedios para la producción industrial.
Desde hace 4 años las exportaciones parecen estar estancadas alrededor en menos de U$S 60.000 millones anuales, desde los más de U$S 80.000 millones de hace 7-8 años atrás.
La totalidad del comercio (expo + impo) pasó de unos U$S 150.000 millones entonces, a solo U$S 125-130.000 millones en la actualidad.
De ahí que, a pesar de los vientos diplomáticos favorables, tal vez el reingreso de la Argentina al mundo, sea más lento de lo que se promociona, y habrá que esperar que primero se pueda producir más, para exportar más, y que los capitales productivos tengan expectativas favorables mayores que los financieros.