¡Y no son para comer!! sino para la construcción, y muy buenos. Es que la adopción cada vez más marcada de la agricultura circular, donde “nada se pierde, todo se transforma”, llevó a convertir la cáscaras del conocido “maní”, primero en megafardos. De ahí son pasados a convertirse en energía que se inyecta en la red oficial (con un muy buen contrato por 20 años de “energía verde”), y como resultado de todo esto, sus cenizas, se compactan y transforman en muy interesantes ladrillos -grisaceos- que terminan en la construcción.
Y para los que quieren ver más, el Cropmix de Proderman, en General Cabrera, Córdoba, da para mucho más ¡¡¡