Escribe Susana Merlo
Las marchas y contramarchas en materia de medidas económicas en las últimas semanas, no fueron lo mejor que le podía pasar al intento de atraer inversiones, de adentro y de afuera del país.
Es que tanto la conmoción financiera que llevó ahora al dólar por encima de los $ 25, como los desacuerdos y enfrentamientos en materia de tarifas de los servicios públicos, sumado a las versiones sobre cambios en el cronograma de baja de las retenciones, tardíamente desmentido, para ser sustituido inmediatamente con el incremento a 15% de este gravamen al biodiesel, fueron terriblemente dañinos.
Contrariamente a la estabilidad y proyección de largo plazo que requieren las inversiones, algunos funcionarios parecen empeñarse en alimentar la incertidumbre.
Mezcla de desconocimiento e indiferencia, o preconceptos inconducentes.
Y en esto, nuevamente el sector agroindustrial cayó en la volteada, justo en el momento en que debe adoptar las decisiones centrales de la campaña granaría 18/19. Mala idea y en el peor momento. Y, la verdad, aún no queda demasiado claro de que oficina oficial trascendieron los rumores iniciales hace más de 20 días, y que algunos entendieron como un “globo de ensayo” para ver cual sería la reacción del sector ante esa eventual decisión. Tampoco fue la primera vez en los últimos meses.
Ya esto deja en claro que aún dentro del Gobierno no hay homogeneidad de posiciones al respecto. De hecho, es público que una parte importante del radicalismo, se mostró siempre proclive a esta clase de herramientas de intervención en los mercados.
El presidente, sin embargo, no piensa así y, otra vez, debió salir en persona a desmentir la versión, aunque no tanto. Es que inmediatamente, se oficializó la decisión de aumentar las retenciones al biodiesel que estaban en 8%, y fueron elevadas a 15%.
Algunos comentarios pretenden justificar tal decisión en la “necesidad” de achicar la brecha entre los aceites de soja (24,5%) y el biodiesel (antes 8% y ahora 15%), en un intento de evitar una nueva sanción internacional como la que ya aplicó Estados Unidos, y que podría provocar otra causa más de la Unión Europea, ya que los “aceites” constituyen la materia prima para los biocombustibles.
Semejante idea va contra toda lógica y se soluciona, simplemente, haciendo desaparecer las retenciones, en lugar de aumentarlas que, para peor, pesan en especial sobre los productos más procesados, a los que teóricamente se pretende impulsar.
Difícil, además, tratar de entender cuando el Congreso se ocupa de las tarifas, resorte que le correspondería al Poder Ejecutivo, pero no dice nada de los manejos y desmanes con retenciones que, al ser impuestos, son justamente de la órbita de los legisladores nacionales.
¿Como puede entender un inversor internacional esto? . Después que se propició la construcción de fábricas para biocombustibles, alentadas con una política arancelaria muy favorable, estas se cambiaron intempestivamente, para luego subirle también las retenciones.
Tampoco es fácil de explicar porque, si se complica la exportación, no se aumenta temporalmente, el porcentaje de “corte” con biocombustibles que podrían achicar parte de las importaciones de pétroleo y derivados que Argentina debe hacer ahora.
Brasil, por caso, tiene corte con bioetanol hasta 27,5% con esta política, mientras que en Argentina se está en apenas la mitad.
No es fácil justificar ante un extranjero que toda una ecuación de resultado de una inversión, puede verse modificada por la sola decisión de un funcionario político que opta por cambiar las reglas de juego y/o modificar impuestos a la producción. Por eso también, en otros países como Uruguay, la aplicación de retenciones está prohibida por ley, justamente, para evitar cualquier duda.
Tampoco es un buen antecedente a la luz de una eventual negociación Mercosur-Unión Europea.
En medio de todo esto, no demasiado fácil de digerir, el sector agropecuario debe iniciar la campaña 18/19, es decir, comenzar con las inversiones y las siembras, cuyos resultados se verán recién a partir de fin de año, y en los primeros meses del próximo.
Riesgo clima, riesgo mercado, y riesgo político o, mejor dicho, “riesgo funcionario”….
Sin embargo, parece que algunos miembros del gabinete no están viendo que de las decisiones de este momento, depende buena parte de las divisas e ingresos fiscales que el Gobierno contará en 2019, justo cuando esté en plena campaña de elección presidencial.
Ahora, buena parte del daño ya está hecho.