Escribe Susana Merlo
Si hay algo que caracteriza en general a la Argentina (mejor dicho, a los argentinos), es la extrema volubilidad de su humor que prácticamente nunca recala en justos medios, sino que oscila -hasta peligrosamente- en extremos casi continuos.
Y el sector agroindustrial es uno de los que con más frecuencia sufrió (y sufre) esta característica.
Amado y odiado; protegido y defenestrado; valorado y despreciado, el “campo” y su gente fueron pasando alternativamente por todas estas situaciones, según las circunstancias que fuera atravesando el país.
Aún hoy, lo que no es la Capital Federal sigue englobado en un genérico “el interior”, y hasta sus ciudadanos son calificados como “provincianos” y no exactamente en el sentido más interesante de la palabra.
Bastó escuchar días atrás el discurso de la vicepresidente, en ejercicio de la presidencia, Gabriela Michetti, en el tradicional acto inaugural de la Exposición Rural en Palermo, para darse cuenta la confusión que sigue rodeando ciertos temas, aún en las máximas jerarquías del país.
Y no fue el “look” campero-emponchada que adoptó creyendo, quizás, que es el atavío habitual (tal vez tuvo tiempo de mirar a su alrededor para darse cuenta de lo contrario), sino más bien, el contenido de lo que dijo, suma de frases comunes más orientadas supuestamente a quedar bien en quienes la iban a escuchar, que en la realidad de la situación que pasa el sector y, mucho menos, en lo que se necesita para potenciar la producción.
Un discurso para “pasar el momento”, con un controvertido arranque aludiendo a cuestiones de género, y no para alentar al menos a los productores, si es que no tenían nada más para anunciar.
Es cierto que tal vez, Mauricio Macri, hubiera hecho un mejor papel, pero el planteo es contrafáctico”, como se dice ahora, porque no estuvo…
Y el tema es que mientras Michetti hablaba de la producción del campo y de los logros que le permiten al país, simultáneamente se aludía a la sequía (que se estuvo eludiendo mencionar durante más de 6 meses) como una de las principales causas de la conmoción financiera que atraviesa el país.
Y, en todo caso, si esto fuera así, como se justifica, entonces, que dentro del propio equipo de Gobierno, todavía subsistan algunos funcionarios decididos a suspender el cronograma de recorte de las mal llamadas “retenciones” a la soja, que motivó que el propio Macri tuviera que salir ya 4 veces a desmentir?.
El sector está golpeado, o no? Tiene “rentas extraordinarias” como sustentan algunos, o no?, está en condiciones de hacer un nuevo “aporte patriótico”, como se espera desde algunas áreas, o no?
¿Es tan poco lo que importa el campo y su gente para no reconocer los problemas a tiempo? o, dicho de otra forma, ¿como se le puede asegurar, por ejemplo, al sector lácteo, “no les quepa dudas que vamos a encontrar las soluciones que el país necesita” , como dijo Michetti, después de más de 30 meses de Gobierno, y a un sector que viene cuesta abajo por las malas políticas, desde 2005??.
Lo mismo se podría decir de muchos otros rubros pero, lo más desconcertante, es que son los propios funcionarios los que luego, hablan de la posibilidad de obtener una “cosecha récord” para volver a salvar a la Argentina, cuando eso tampoco es cierto, no alcanzaría ni logrando el máximo del potencial (hoy, en alrededor de 150 millones de toneladas de granos), y tampoco se puede poner semejante carga sobre un solo sector, menos aún cuando distan de estar las condiciones económicas y financieras para materializar sus verdaderas posibilidades.
No parecen darse cuenta que, por un lado le estarían restando rentabilidad vía más recortes de ingresos por impuestos generales y retenciones, mientras por el otro se vuelven a atrasar los programas de reducción del costo interno que le quitan competitividad a los productos locales. Esto se plantea en la baja de ingresos brutos, en obras públicas ya programadas, en una eventual nueva suspensión del jaqueado Plan Belgrano, etc., etc.
El campo resulta así bueno para algunas cosas (recaudar, por ejemplo), y malo o inexistente para otras, como podría ser devolverle más aceleradamente parte de la competitividad perdida.
Pero, es tal el desconocimiento que hay, y los preconceptos que subsisten, que se por caso presuponen riquezas inexistente cuando, en realidad, es el principal inversor anual que tiene el país y mayoritariamente con dinero propio, proveniente de la venta de la producción, que se revierte.
También es uno de los que más multiplica. Por citar un ejemplo simple, esta última sequía, en la que se perdió más del 35% solo de granos, implicó un millón de viajes menos de camiones para transportar esas cargas.
Por eso, ¿no ira siendo hora de encontrar un justo medio entre “las 4 patas de la mesa de los argentinos”, la “renta extraordinaria”, o el que “con una cosecha récord se va a salvar otra vez al país”???