Escribe Susana Merlo
¿Que es una verdad de Perogrullo?
¡Si, por supuesto!!!. “cualquiera”… sabe que para poder exportar, hay que importar. En parte, porque ningún país se autoabastece de todo lo que necesita para producir los bienes que luego pretende colocar en los mercados internacionales, pero también porque cualquier negociador que se precie, va a buscar una “reciprocidad” más o menos equivalente a los bienes adquiridos.
En Argentina, sin embargo, pareciera que estas reglas no corren. Se pretende vender, sin comprar. Se intenta colocar “excedentes”, y no lo que los compradores quieren. Dicen que se busca agregar más valor (en realidad, más proceso/industrialización) con independencia de lo que el importador busca, ya que esa “industrialización” casi todos intentan hacerla en destino (Brasil quiere más trigo que harina; o China más pellets de soja, que pollos o carne, etc.). Y, peor aún, se habla de “salir de la primarización”, poner más fábricas, o industrializar, pero no hay energía suficiente, falta infraestructura de todo tipo, y el costo argentino sigue por las nubes tornando muy poco competitivos a la mayoría de los productos locales.
Más allá del voluntarismo y las expresiones de deseo, la realidad muestra que la balanza comercial local casi se estancó después de la fuerte caída entre 2015 y 2016, con casi 20% por debajo del nivel alcanzado en 2011, de unos U$S 156.000 millones.
Y ese monto, que se correspondía a casi U$S 83.000 millones de exportaciones y U$S 74.000 de importaciones, ahora presenta una más que menguada perfomance de U$S 61.600 millones y U$S 65.440 millones respectivamente.
Esto significa que el país está exportando unos U$S 21.000 millones que hace 7 años atrás, y sin miras de crecer fuertemente en el próximo ciclo como para achicar esa brecha.
Implica que la balanza comercial se “achicó” en U$S 30.000 millones, lo que para los analistas está directamente relacionado con caída de la actividad económica. De ahí a mayor desempleo y pobreza, un solo paso.
Pero, se puede revertir?. En el reciente seminario anual de la Fundación Producir Conservando (FPC) se proyectó un “modesto” crecimiento de 10% en la cosecha de granos (a 160 millones de toneladas desde los 145 millones actuales) en 8 años.
Sin duda un avance bastante magro para el sector más competitivo de la economía y bastante poco, solo considerando los avances que se vienen registrando en materia de tecnología. Ese aumento de 15 millones de toneladas sería, prácticamente, un crecimiento vegetativo.
Sin embargo, los propios organizadores se encargaron de dejar muy claro que, para que aún algo tan modesto ocurra hay una cantidad de requerimientos, a los que denominaron “limitantes”.
El primero mencionado es la falta de un plan estratégico, y un marco político-económico estable.
Otro elemento imprescindible es disminuir la carga de la tributación ya que “Argentina es el 2º país con mayor presión impositiva”. Y otro elemento adicional, y muy notorio, es la “necesidad de profesionalizar el área de comercio exterior”, según Producir Conservando.
Dicho en otras palabras: buena parte de los que están no saben lo suficiente.
Por supuesto que se pueden agregar cantidad de cuestiones que pesan sobre las posibilidades del país, pero solo con el cóctel de estos tres ítems alcanza y sobra para justificar porqué, con todo el potencial agroecológico a favor, la Argentina no termina de despegar consolidando el verdadero potencial que tiene como productor de alimentos y se inserta, definitivamente, entre los grandes jugadores en la materia.
Al contrario, su perfomance en la materia sigue decayendo. más allá de los “récords” y “booms” mediáticos que abundan, en especial, en épocas proselitistas como la actual, pero que a la hora de los ingresos de divisas y para las cuentas fiscales, muestran la realidad inocultable.
Un ejemplo claro de lo que se podría crecer en condiciones razonables lo da la producción comparada de carne (vacuna, aviar y porcina) que en países como Estados Unidos o Brasil se ubica en 43 millones de toneladas, y casi 24 millones, mientras que en Argentina, con todo el “optimismo” sobre la actividad, la producción del conjunto de carnes apenas ronda los 5,6 millones de toneladas, de acuerdo a los datos volcados por FPC.
El dato, además de desmentir las cifras oficiales sobre “consumo propio” de maíz de los últimos años, vuelve a plantear la gran incógnita sobre el porqué, un país como Argentina que posee maíz (y otros granos), no es capaz de aumentar fuertemente su producción de proteínas, tanto en carnes, como peor aún en leche cuyos volúmenes están estancados y hoy apenas rondan los 10.000 millones de litros (similar a mediados de los ´90).
Sin dudas entonces, si al menos se contara con un Plan Estratégico ya se habría dado un gran paso adelante.