El Diario de...

Susana Merlo

Una mirada distinta de la Agroindustria

Escribe Susana Merlo

En una de las muchas películas de Isabel “la Coca” Sarli, lanzó la que sería luego una de sus frases más famosas, cuando en una escena de alta carga erótica (para la época), le espetó al hombre que acababa de tirarla sobre una media res en una cámara frigorífica: ¡¡¿Que pretende usted de mí???, y que se fue transformando, a lo largo del tiempo, en sinónimo de lo evidente, de lo obvio, de lo que no requiere de ninguna explicación…
Pues esa misma parece ser la situación del campo y su agroindustria. Desde el aumento de las retenciones, el atraso artificial del tipo de cambio (una doble retención); luego los condicionamientos para recibir créditos de la banca oficial, pasando por amenazas y controles de precios de distinto tenor.
A pesar de la seca, que hizo perder algo más de 20% de la producción, y la pandemia que complicó y encareció las actividades, las cargas impositivas lejos de bajar aumentaron.
Hubo amenazas, actos de vandalismo, cuatrerismo, robos, daños variados y nunca una explicación oficial.
Mientras una mitad del gabinete intentaba, al menos, mantener alguna forma de diálogo, el resto directamente volvió a poner al campo en el lugar del “enemigo”, del causante de las subas de precios, de “vaciar” la mesa de los argentinos; de “secar” las arcas de la Nación retaceando ventas e ingreso de dólares, etc., como si los productores tuvieran, aunque sea, una parte ínfima de semejante poder.
Las víctimas, volvían a ser victimarios, al menos, para un grupo de dirigentes políticos del oficialismo.
Pero no fue lo único. También hubo intrusamientos, inseguridad física y jurídica, y otras cuestiones por el estilo.
Agricultura desapareció como cartera. Solo trabaja (y poco), para “los pequeños y medianos productores”, que en todo caso abarcan un porcentaje menor de la producción total que necesita el país, y que no tendría porque ser excluyente del resto.
Sin embargo, en las últimas semanas, y tras volver sobre los registros de exportaciones, y más amenazas sobre algunos productos como el maíz, etc., el Gobierno volvió a caer en algo que se suponía no se iba a repetir nunca más: “cerró” las exportaciones de carne vacuna por un mes, medida que originalmente la había adoptado Nestor Kirchner en marzo de 2006, y que fue una más de las razones de la posterior liquidación de más de 10 millones de cabezas del rodeo vacuno local. Y hay que decirlo también, una de las causas de los faltantes actuales de algunas categorías como terneros, ya que ese stock no se terminaba de recuperar aún (y ahora difícilmente lo haga, al contrario).
Lo cierto es que tras un mes de la insólita medida, criticada incluso por los compradores externos, se decidió “flexibilizarla” con una restricción de 50% ahora hasta fin de año manteniendo así el daño, al que se le suman desprolijidades (tal vez por el apuro en adoptar la medida) como las 15.000 toneladas que siguen “flotando” en una especie de limbo pues aunque autorizadas para exportar, quedaron entre las cámaras frigoríficas y los puertos para embarcar.
Esto, sin embargo, tampoco sirvió para que el producto llegara “más barato” a los consumidores, ya que durante el mes de cierre total hubo aumentos al público entre 6% y 9%, mientras que con el sistema de 50% ya se registran subas de otro 5%-6%.
Como en la perinola: todos pierden…
En medio, y como si no alcanzara, se acaba de decidir una especie de “estatización” de la Hidrovía, nada menos que la “autopista de las exportaciones”, por donde sale más del 80% del total exportable del país, que dicen durara cerca de un año, lapso durante el cual se llamaría a licitación internacional para una nueva concesión.
Por supuesto que las preguntas son más que las respuestas. Sin embargo, algunas cosas se saben, como que el Estado siempre fue un pésimo administrador de los bienes públicos (por ejemplo, Aerolíneas Argentinas). Además de poco profesional, es caro.
Segundo, no conoce el trabajo, ni cuenta con el equipamiento para una labor tan específica como el dragado y balizamiento de semejante vía navegable, por lo que seguramente lo que va a hacer es seguir contratando a las empresas que están ahora, pero pasará a cobrar el peaje por el uso de parte de los barcos, y debería encárgarse entonces de pagar los servicios contratados. Y ahí está el quid de la cuestión pues lo que teme la mayoría, es que justamente estos pagos comiencen a atrasarse y, por ende, también las obras de mantenimiento, para colmo en el segundo año de bajante extraordinaria del Paraná lo que obligaría a redoblar el esfuerzo de dragado.
Obvio que tampoco nadie espera que el Estado ahora abarate el arancel por tonelada transportada…
Se podría seguir la enumeración, pero seguramente hay coincidencia en que ya alcanza para plantear un justificado: “¡¡¿Que pretende usted de mí???¡”…. , y la respuesta también en este caso, termina siendo obvia

 

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