Escribe Susana Merlo
…O también se podría decir “los que reciben vs los que pagan”.
Acontecimientos recientes de la política económica remitieron, lamentablemente, a otros momentos donde se aplicaron también las mismas herramientas distorsivas (a favor y en contra) y que, a la luz de los hechos, es evidente que tampoco resultaron.
Y lo que es peor, es que esta reiteración vuelve a profundizar la brecha y las diferencias internas del país, en este caso, con un límite físico clarísimo: las provincias del sur receptoras de regalías petroleras, más inclinadas a los servicios de turismo, permisos de pesca, etc. y con muy baja densidad poblacional; y la mitad norte del país, con provincias netamente volcadas a la producción de bienes, y que por tanto, afrontan impuestos extra por hacerlo: las retenciones, además de comparativamente más pobladas.
Una clara transferencia injustificada (otra más), de recursos de un sector a otro.
Así, mientras “la Nación” se apropia de fondos provinciales en el centro y norte de la Argentina (fondos que prácticamente no copartícipa); la mitad sur recibe beneficios por fuera de lo que marca el mercado, en forma independiente de la eficiencia administrativa que tengan sus respectivos gobernantes.
Lo llamativo es que ni los mandatarios, ni los diputados que representan a los ciudadanos, ni los senadores que representan a cada uno de esos territorios de la mitad norte, se quejan demasiado por la situación que deben afrontar sus contribuyentes, ni por la riqueza provincial que como por un ducto, se traslada directamente a la Nación.
El hecho, a su vez, de que sea justamente la continuidad de estas políticas de drenaje las que determinan que en el norte del país se ubiquen “las provincias más pobres”, tampoco parece llamarle la atención a nadie, aunque en un pasado centenario haya sido justamente esta región la más rica y el motor económico del país.
Es tal el nivel de distorsión que ya nadie parece recordar como eran las cosas, y tampoco sorprenden entonces la proliferación de gravámenes provinciales, y hasta tasas municipales, que van superponiéndose en un vano intento de compensar aunque sea parcialmente lo que sin mayores cuestionamientos dejan ir a manos del poder central.
Pero el círculo vicioso no termina allí ya que, mientras las actividades extractivas del sur, especialmente la energía, no tiene ningún problema de estar “alineada” al mercado internacional cuando este sube, y el “desacople” se impone cuando baja de determinados niveles, que es cuando surgen las “ayudas” de la Nación para sostener a las economías petroleras (en realidad, a las malas/inadecuadas administraciones de la mayoría de los mandatarios), en el norte ocurre todo lo contrario.
Allí, las actividades productivas frecuentemente son “penalizadas” cuando el mercado internacional, al cual justamente se exportan casi todos los productos que se generan en la mitad norte, se afirma, y estas medidas se justifican en el aumento de los costos internos, o en la inflación que pueden generar (como si la nafta, o el transporte no provocaran lo mismo). Las herramientas para neutralizar entonces esas subas, o para “desacoplar” el mercado internacional del local, son las retenciones, las restricciones a la exportación, el atraso cambiario, etc.
En las antípodas una política de la otra, y sin rubor se trasladan recursos de una a otra región, pero tampoco los encargados de velar y defender los intereses provinciales, en el caso del norte, son presionados o exigidos a cumplir con su tarea, y más vale prefieren no enfrentar a la Nación, no ver como se siguen empobreciendo sus territorios y optar por una más cómoda y menos trabajosa dependencia de una coparticipación que obviamente no es acorde a la riqueza que genera cada territorio.
Peor aún, el conjunto del país se empobrece y achica ya que se obliga a perder competitividad a los productos que mayor demanda tienen en el mundo (alimentos, maderas, fibras, etc.) versus productos que en muchos casos, ya tienen un final a término por contaminantes, porque no son renovables; porque ya hay energías muy superiores y más limpias, además del hecho para nada menor, de que Argentina perdió hace varios años su potencial exportador , en el caso de los fósiles, ostentando hoy una balanza absolutamente deficitaria.
Tan incomprensible es la diferencia de tratamiento , que hasta los biocombustibles, que mayoritariamente se producen en el norte, reciben los mismos castigos que el resto de las producciones en esa localización geográfica y, lejos de regalías, precios “desacoplados” de los internacionales cuando están en baja, etc. como en el sur; no solo deben afrontar los inexplicables impuestos a la exportación (retenciones), sino que ni siquiera tienen precio interno libre puesto que es fijado, muchas veces en forma arbitraria, por los funcionarios de turno.
Y frente a estas condiciones, ¿es posible pensar en el aumento consistente de las exportaciones argentinas, únicas divisas genuinas del país, si por un lado se beneficia a los productos en los que el país es deficitario, y por el otro se castiga a los más eficientes, transables, y que más rápida capacidad de crecimiento tienen?.
Al menos, si de federalismo se trata, las políticas y sus instrumentos, debieran ser los mismos en todo el país, ¿o no?