Escribe Susana Merlo
Cuando en 1898 se creó el Ministerio de Agricultura durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, se amplió a 8 la cantidad de áreas de la norma original de 1856 que había considerado solo 5. En aquel momento se jerarquizó a las carteras que se consideraban clave para el proyecto país que había en aquella época, y que fue el que llevó a que durante décadas la Argentina se ubicara entre los 2-3 primeros países del mundo. La riqueza era tal que los inmigrantes, especialmente europeos, se venían a “hacer la América”, y concretaron la gran colonización que desarrollo buena parte del territorio, comenzando por lo que luego se denominaría la Pampa Húmeda.
La inexistencia anterior de la cartera (de Agricultura) no había impedido, sin embargo, que el país se desarrollara con un fuerte interés agroindustrial, aún desde la colonia con los primeros saladeros, el tasajo, y la ganadería general que también por aquellos tiempos de fines del siglo XIX registró un salto cualitativo y cuantitativo con la puesta en marcha del primer buque frigorífico, Le Frigorifiqué (que llegó a Buenos Aires en 1876), lo que posibilitó las exportaciones de carne, uno de los principales puntales de la riqueza argentina, y que luego se completaría con la agricultura de la mano de los inmigrantes. En medio ya se había registrado la aparición del alambrado y el ingreso de los primeros reproductores británicos (Hereford, Shorthorn, Aberdeen Angus) que vendrían a mestizar el rústico ganado Criollo que en muchos casos en forma casi salvaje, había ido poblando el país, desde su introducción por los españoles.
Corrió mucha agua bajo el puente desde entonces, y en las últimas décadas se retrocedió más de lo que se creció, a pesar de los increíbles adelantos tecnológicos que se siguen registrando, y que ahora crecen en forma exponencial.
La Argentina también se estancó a pesar de tener uno de los territorios más extensos, los climas más variados y benignos, los suelos más ricos, y una población escasa para la superficie a ocupar. Los observadores más sofisticados destacan, además, la ausencia de luchas internas raciales, o religiosas; el estar alejados de los peores conflictos bélicos que se dan en el Hemisferio Norte; la abundancia de agua dulce, y las excelentes condiciones agronómicas y ambientales para producir, con un costo de acceso comparativamente bajo respecto a otros pocos países “competidores”.
El caso es que de entonces hasta ahora el país osciló con etapas en las que hubo Ministerio, y otras muchas en que fue Secretaría de Estado. Hubo épocas (las iniciales) de media docena de carteras, hasta un máximo, reciente, de 25, pero ninguna de esas instancias fue determinante para el desarrollo de la actividad, y del país. Más vale, la diferencia estuvo en los muy pocos buenos funcionarios (tanto siendo ministros, como siendo secretarios) y, especialmente, en la existencia de un proyecto integral, estable, de estrategia país.
De ahí que las recientes declaraciones de uno de los candidatos presidenciales (los otros dos no se pronunciaron aún al respecto), acerca de “reducir a 8” los Ministerios, como una forma de ir recortando el exhorbitante gasto público, aunque pasó casi desapercibida en medio de la catarata de anuncios y novedades de las últimas semanas, merecería un verdadero análisis y discusión sobre el asunto, y no solo declaraciones rimbombantes faltas totalmente de contenido, acerca de los aspectos a favor y en contra de la propuesta que, por otra parte, no puede ser aislada, sino integral para el conjunto.
Así, Defensa, Justicia, Economía, Relaciones Exteriores, Infraestructura, Seguridad, Interior, y una nueva cartera llamada Capital Humano (en la que se unificarían Desarrollo Social, Salud, Trabajo y Educación bajo el rango de secretarías) serían los ministerios que quedarían en pie según esta propuesta.
El caso es que, sin duda, un Ministerio es otro rango, especialmente para el exterior y las gestiones internacionales, ¿pero es imprescindible?.
¿Lo son un Ministerio de la Mujer, de Deportes, de Turismo…, entre otros varios? ¿se justifican para mejorar y simplificar la gestión, o son solo más burocracia y gasto público?.
Por caso, esta última Administración Presidencial, si bien “recortó” el organigrama a 20, de las 25 carteras que llegó a haber (además de una Jefatura de gabinete), dispuso de 84 Secretarías de Estado y 169 Subsecretarías. Y así sucesivamente.
Lo mismo pasa en el Congreso, en las provincias, y hasta en los municipios.
Seguramente los gastos derivados no son excluyentes, pero si importantes, y todo suma a la hora de tener que pagar. Y dado que los que deben afrontan los costos de un país son los contribuyentes, con su trabajo y con su producción, sería interesante saber que es lo que realmente se quiere bancar.
En el caso de la agroindustria, el sector tuvo alguna buena gestión siendo Secretaría de Estado, y otras malas perfomances en muchas de las etapas como Ministerio. De ahí no se puede concluir casi nada, aunque prácticamente en todas las épocas y categorías se registró incremento de agentes públicos, hubo muy pocos concursos de calificación y se multiplicaron los gastos.
Contrariamente, los avances sectoriales (que los hubo), no dependieron del rango de Agricultura, sino de la calidad de su titular y, más aún, del proyecto integral del Poder Ejecutivo que, en realidad, es el gran tema, y del que todavía casi ninguno habla con miras al 2024.